
A mí en particular se me antoja loable que se vigile la posibilidad de traficar con instrumentos musicales. Regresada como estoy de un viaje por Italia en que pude contemplar en la Accademia florentina una selección de bellísimos Amati, Stradivarius y otras maravillas semejantes, entiendo perfectamente que este asunto debe ser objeto de cuidadosa atención. Lo que ocurre es que España la cultura y la música importan menos aún que un figo, y el tratamiento que reciben música y músicos por parte de nuestras instituciones es tan estulto y lamentable que se encuentra normal llegar con un violín a Rusia –donde, a contrario, la consideración hacia las artes es extrema– como Paco Martínez Soria a Madrid con una gallina en el cesto.
La diferencia estriba en que a estos chicos les echaron el alto con lógica en el aeropuerto de Moscú por no llevar en regla los papeles de sus instrumentos –responsabilidad, por supuesto, no de los estudiantes, sino de quienes organizaron el viaje– y a mí en Madrid Barajas me paró los pies un Einstein de seguridad empeñado en que mi perfume Rive Gauche de Yves Saint Laurent (qepd) era un arma de destrucción masiva. Pero es que los del Este son muy raros.
2 comentarios:
No conocía el episodio. Pero, efectivamente, a pesar del absurdo y la arbitrariedad que a veces rigen las normas de seguridad aeroportuarias, lo de controlar el tráfico de instrumentos musicales suena razonable.
Por asociación de ideas, dos post que te recomiendo, de tono completamente diferente entre sí:
- Una escena de una niña y unos músicos que viví precisamente en Moscú:
http://carlosjaviergalan.blogspot.com/2008/01/la-nia-y-los-msicos.html
- Y otro sobre la seguridad en los aeropuertos que, a ti -peligrosa terrorista que seguramente pretendías secuestrar el avión amenazando al piloto con tu perfume- quizá te suene familiar:
http://carlosjaviergalan.blogspot.com/2008/02/seguridad-en-los-aeropuertos.html
Querido Carlos:
Creo que sobre la seguridad aeroportuaria nunca despotricaré lo bastante para lograr poner en evidencia su estulta arbitrariedad y su carencia de fundamento. Pero, como bien sabes, nuestros destinos se encuentran gobernados por imbécilos e imbécilas contra los que es muy difícil luchar, cuánto más tener éxito: la estupidez no entiende de razones.
Besos.
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