
Para otros, la reclamación no es tan sencilla, y ni siquiera les queda el recurso al sabueso de pago. Ya hemos perdido la cuenta de la cantidad de años que el estado griego lleva requiriendo a los británicos la devolución de los megapedazos de la Acrópolis –esencialmente del Partenón– que el embajador Lord Elgin “pirateó” –perdón, volo dicere, compró– con aquiescencia de los otomanos. Incluso Bill Clinton intentó interceder en su momento a favor de los helénicos, pero los británicos se pusieron espirituosos –como gaseosas, o sea– con el americano, y los frisos del Partenón siguieron en el British. Algunos ciudadanos a nivel particular –Birgit Wiger, procedente de Suecia– y alguna institución –como la Universidad de Heidelberg– han reintegrado a los griegos piezas de la Acrópolis que hasta ese momento eran de su propiedad, con el fin de dar ejemplo. Pero parece que antes prenderían fuego a Londres los ingleses que reintegrar a Grecia sus tesoros arqueológicos… ¡a pesar de que sí están dispuestos a devolver las obras identificadas como expoliadas por los nazis! ¿Dos raseros diferentes? ¿O es que las comparaciones son odiosas? La Merkouri, muy diplomática ella, ya insistió en su momento –aunque de poco le valió la diplomacia– en que no debía acusarse de expolio o robo a los británicos, sino sólo solicitarles amistosamente la devolución de los mármoles. Hasta hoy. También es cierto que, si el British restituyera a Grecia el mal llamado Friso Elgin, los siguientes en ponerse a la cola serían los egipcios, que de buen grado se llevarían medio museo (incluyendo una gran parte de los sótanos, atestados de tesoros escondidos a los ojos del público).
¿Y en España? Mientras a alguna comunidad autónoma se le restituyen sus papeles en virtud de la “justicia histórica”, Guernika se ha quedado por los restos sin su escena más universal y una Dama llora lágrimas por Ílici mientras a la fuerza baila el chotis en Madrid. Razones hay, seguro. Para lo uno, para lo otro y también para todo lo contrario. Peligrosas arbitrariedades del noble concepto de devolución.
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