Lengua y negocio, 11.04.07

Acaba de decirlo don César Antonio Molina tras el IV Congreso Internacional de la Lengua celebrado en Cartagena de Indias: “Hablar español es un buen negocio”. También ha dicho que pronto seremos quinientos millones los que hablaremos español –el español sólo se puede llamar español sin que nadie se sienta ofendido cuando se sale de los límites de la Península Ibérica– y que nos codearemos de tú a tú con el inglés. Pues mira qué bien. Atentos todos a nuestras cuentas corrientes, que prontito las veremos crecer como la espuma con sólo darle al pico.
Las manifestaciones del Director del Instituto Cervantes, amén de ingenuas y autocomplacientes, pecan de dos de las mayores insensateces que se pueden sostener en estos tiempos sobre el español: una, que cuantos más millones de hispanohablantes seamos más guapos nos volveremos –o sea, la vieja confusión entre cantidad y calidad–; dos, que en ese fastuoso milagro de los panes y los peces –en eso estamos aquí todas las semanas– no sólo nos vamos a llenar los bolsillos –dudoso termómetro del acervo cultural: la aún más vieja confusión machadiana entre valor y precio–, sino que además vamos a dejar a los ingleses –que “por casualidad” han acaparado la lengua tecnológica y científica: esto es, la que da pasta–, en pañales. Me daría la risa si no fuese que, parafraseando al latino, me vence el llanto.
La verdad es que es una pena que se nos siga engañando como a chinos. O mejor, como a hispanos. Y ya que menciono a los chinos, fijémonos en que el chino duplica en número de hablantes al español, con lo que los asiáticos pronto estarán ganando, según los parámetros del amigo César Antonio, el doble que nosotros. Qué rabia. Y encima sin gastarse ni un yuan en ostentosos congresos internacionales… Pensarán ustedes que qué manía tiene una de criticarlo todo, pero es que cuando se calcula la cantidad de millones que tienen que haber circulado en Cartagena de Indias en dietas, desplazamientos y jabonosas pompas varias –algo que no se ha difundido mucho es el “megaconcierto” con que Shakira y otros ilustres emisarios ilustrados, ¡con protección oficial de trece soldados armados!, amenizaron a las vetustas cabezas pensantes de nuestra lengua–, se me ocurre que el español sí que es rentable, pero sólo para unos pocos. Aunque luego, para justificar la hazaña, nos vengan contando la milonga de que todos nos vamos a forrar. Cuando el festejo estaba en vísperas de comenzar, un buen amigo mío, novelista por más señas –Alejandro Gándara–, se refirió a “la cosa” usando la expresión “congresos con lengua”: expresión plena de mala leche y obscenidad, también de acierto.
El español en España, como al principio decía, es una entelequia, un herpes, una calentura que les entra a los apóstoles del asunto cuando hay que sacar subvenciones o costearse un viaje de postín. El español en España es castellano pelado, y si ya no podemos ni siquiera decir Lérida, sino Lleida, si nos avergonzamos de llamar a las cosas por su nombre, si nos privamos de apelar a nuestra lengua con el calificativo que legítimamente le pertenece y la define, ya me contarán ustedes cómo van a incrementarse nuestras exiguas ganancias de hispanohablantes demediados. Todo esto es puro ‘marketing’ –horrible vocablo que figura, por cierto, en el DRAE– de la especie más burda; o por emplear una palabra española que se le parece pero que no designa lo mismo sino algo peor: todo este tinglado se queda en mero ‘mercadeo’ con materias que debieran inspirarnos más respeto. Pero el dinero es el dinero, y la imagen es la imagen, y uno y otra suelen ir, desgraciadamente, unidos.
Y luego está el Instituto Cervantes, pulcro vigía de los intereses de la lengua, con sus designaciones dedocráticas –los próceres del español mudan con las vicisitudes políticas: curioso maridaje– y sus contrataciones precarias en un altísimo porcentaje de sus “empleados”. Pero mejor dejarlo aquí, que estamos en semana de Pascua y no de Apocalipsis
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3 comentarios:

Luis López dijo...

Hay que luchar por conseguir el idioma que nos merecemos, ni más ni menos,a los chicos del Cervantes lo único que les interesa es el consumismo, cuantos más seamos más venderemos.

Filisteum dijo...

Afortunadamente, Ana, los idiomas no se ven lastrados pro la cobardía moral de los pueblos donde se hablan.

Esa puede ser, por otro lado, la ventaja en este caso dela cantidad: que a los guatemaltecos Lleida se la sopla. Si sólo se hablase aquí, tal vez los complejos lograsen imponerse al fin, pero así, imposible.

Anónimo dijo...

Tienes razón, Javier, pero repara en que la fuerza que ejercen las instituciones (en forma de diccionarios o lo que te dé la gana) también tiene su peso. Y mucho. Si a los de la RAE se les metiese en la pelota que Lérida es Lleida, dentro de 20 años hasta en Guatemala le dicen así­.
En cualquier caso, lo que pasa es que está una hasta las mismísimas narices de escuchar tanta bobada lingüística en boca de indocumentados. Si siendo políticos no tienen ni puta idea de polí­tica, imagí­nate de lengua...