Gallegos jasp, 04.04.07

Tontos y tartamudos. Según el Diccionario de la Real Academia Española, las acepciones de ‘gallego’ que se emplean en Costa Rica y El Salvador respectivamente son la de ‘tonto’ y ‘tartamudo’. Los políticos, siempre preocupados por nuestro bienestar lingüístico –mejor sería que bajaran el precio del café con leche o que nos subieran los sueldos a tono con Europa–, han decidido llevar la cuestión al Parlamento. En este caso, los del BNG piden la retirada de tales acepciones del Diccionario. La política de día en día “interpreta” –peligrosa palabra en boca de un político– que sus competencias son cada vez más amplias, alcanzando incluso la pretensión de indicar a los hablantes cómo deben o no emplear la lengua. Y así, contrariando todo consejo, el criterio político prevaleció a la hora de dar nombre a la Ley de la Violencia “de Género” (¿?), prevaleció a la hora de utilizar sin desmayo y con notorio mal gusto el “os/as” y quiere prevalecer en su imposición de que los gallegos no sean tontos ni tartamudos en Costa Rica y El Salvador. Esto ya parece más difícil: a ver cómo se lo montan, porque lo que es quitar, lo podrán quitar del DRAE, pero me temo que los costarricenses y salvadoreños van a pasar olímpicamente de los políticos del BNG y seguirán hablando como les dé la gana (por otra parte, en el Diccionario Universal Portugués, ‘gallego’ significa ‘ordinario’ o ‘grosero’, y ahí el BNG no pinta nada). De todo esto se deduce que tenemos una Academia Española de la Lengua que se supone que debe encargarse de las cuestiones lingüísticas pero que, sin embargo, no resulta debidamente “jasp” –jóvenes ya sabemos que no son los académicos, pero empieza a cuestionarse que se hallen suficientemente preparados–. La RAE empieza a parecerse a los consejos de ancianos de las antiguas civilizaciones en decadencia, que se mantenían por aquello de la cortesía pero que en la práctica política ni pinchaban ni cortaban.
En cualquier caso, no es de extrañar que mis pobres gallegos se quejen, que piensen que existe un pérfido complot contra ellos. El lunes abro, entre otros, El País y me encuentro con un titular en la páginas de Cultura: “Eduardo Lago gana el Premio de la Crítica por Llámame Brooklyn”. Hasta donde conozco en materia de cultura, tengo constancia de que “el Premio Nacional de la Crítica” es en realidad “los Premios Nacionales de la Crítica”, es decir, Premio de Narrativa y Premio de Poesía. Si me dejo llevar por la intuición, deduzco que el premiado Eduardo Lago –escritor de dilatada trayectoria– lo ha sido en la modalidad de Narrativa; como me falta la mitad del cuadro, empiezo a leer y ahí se encuentra, agazapada, la premiada de Poesía: Julia Uceda, sevillana de origen pero ferrolana de adopción. En realidad, yo ya sabía lo de Uceda –y lo de Lago– incluso un poco antes de ayer y por otras vías, pero a lo que aquí voy es a que la poesía sigue sin tener glamour. Lago vende y Uceda no, Lago merece titular y Uceda con redonda pequeñita va que arde. Eso le pasa por ser poeta y vivir en Galicia; y, para colmo, el libro premiado se llama Zona desconocida: ¿qué pretende, entonces? (Otra cosa aún es que El País no haya dicho nada de nada de los Premios de la Crítica hasta hoy, cuando debiera haberlo anunciado, y con más fasto, ayer, pero esto es también otra historia, y no quiero irme más por las ramas, que bastante me estoy yendo ya).
Decía, pues, que Julia Uceda, Premio Nacional de Poesía en 2003, fundadora del Esquío, poeta de la ética y de la preocupación lingüística ya desde su libro primero, Mariposa en cenizas (1959) hasta este último Zona desconocida (2006) –título que toma de Internet–, tampoco es chica jasp para las páginas de El País. ¿Qué deberíamos pensar? Sobre Galicia, la lengua y la mujer, seguro que nadie mejor que el Parlamento nos puede dar la solución.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los políticos deben pensar seriamente en reformar las instituciones en vez de perder el tiempo. A nuestros políticos sólo les importa nuestro voto y nuestro dinero.