Poesía y política, 02.05.07

Está visto que al poeta y recentísimo Cervantes, Antonio Gamoneda, no dejan de crecerle los enanos. Ahora resulta que el lector José Luis Rodríguez Zapatero, más conocido por sus funciones como Presidente del Gobierno de nuestro país, acaba de publicar una carta abierta a Gamoneda en el diario El Mundo. No deja de ser peculiar la elección del específico medio de prensa que ha realizado Zapatero para expresar sus devociones literarias al poeta astur-leonés (tal vez sus desarreglos con los chicos de Polanco tengan algo que ver en la cuestión); pero, en todo caso, lo que ciertamente no deja de ser peculiar es que Zapatero se decante por sacar sus preferencias poéticas y emotivas del oscuro cuarto del que nunca debieron salir, y más aún, exponerlas en pública palestra para suscitar el escarnio no sólo de sí propio, sino también del vate. Porque, si a Electra le sentaba bien el luto, a Gamoneda no le sienta bien el Presidente; qué se le va a hacer.
En su misiva, Zapatero –guardando inteligente distancia con Platón, que expulsó a los poetas de su República– se sube al “Ferrocarril de Matallana” (por cierto, uno de los poemas menos interesantes del espléndido Gamoneda, reescrito además hasta un nivel irreconocible), y tal vez cegado por el hollín espirado por la provecta locomotora, se entrega a una serie de dislates acerca de los leoneses universales y sobre los campesinos viejos y los mineros jóvenes que están hoy –sí, hoy– debatiéndose en el mundo y arrojando al tiempo su luz sobre nuestras conciencias. Dejando a un lado que Zapatero sea de Valladolid y Gamoneda de Oviedo, que los campesinos viejos se encuentran ya retirados precisamente por viejos (y además cobrando pensión digna tras la reforma de Adolfo Suárez en materia de cotización agraria) y que los mineros jóvenes son en realidad jóvenes con contratos basura que conocen la negrura de la mina en forma de cetrina hipoteca, pues no parece que la carta de Zapatero sea ni atinada ni oportuna. ¿Por qué invoca Zapatero a los leoneses en particular por encima de los demás españoles? ¿Por qué insta a quienes ya hemos leído al poeta a hacerlo, como si necesitáramos que en 2007 nos descubrieran las Américas? ¿Por qué se empeña el Presidente en otorgar al Premio Cervantes un tinte político del que cualquier galardón intelectual que se precie debería prescindir? ¿Por qué se necesita derramar la sangre fresca de un intelectual honesto en el altar siempre dudoso del martirologio electoral, para continuar alentando esa empalagosa hagiografía de las dos españas que empieza a salirnos ya a todos de la voluntad?
Es inconcuso que la noticia de la concesión del Cervantes a Gamoneda no fue precisamente bien recibida en los círculos intelectuales más cool. La razón era bastante obvia: en el pulcro mundillo literario, quien no hace méritos por “despacheo” no debe aspirar a comer del pastel del reconocimiento; el premio asignado al “provinciano” Gamoneda –como él mismo se define– supuso la ruptura de esa norma. Para arreglar el desaguisado, los partidarios del poeta se pusieron estupendos y empezaron a investir de cripticismo la escritura gamonediana, como si la oscuridad poética supusiera un indiscutible recurso de autoridad –cuando es evidente que cualquier lector con dos neuronas en funcionamiento puede hacerse con el universo simbólico y las particulares semánticas de los poemas de Gamoneda sin mayor dificultad. Por si al poeta no le bastaba con los enemigos públicos y los exégetas posesos, ahora le sale un presidente. Éramos pocos y parió la abuela.
La poesía y la política nunca se han llevado demasiado bien. Que yo recuerde, el último hombre decente que era a la vez poeta y político se llamó Solón, y después de eso todo han sido confusiones. Tal vez lo mejor sea que cada quien se dedique a lo suyo: Gamoneda a sus poemas y Zapatero… a sus zapatos. Pues eso.

19 comentarios:

Javier Menéndez Llamazares dijo...

Pues sí, tienes mucha razón. Pero yo sospecho que, además de todo lo que señalas, Zapatero está tratando de arrogarse un "mérito" que no le corresponde. Y es que dudo mucho de que él tenga algo que ver con la concesión del Cervantes a su paisano. Porque estos premios, no nos engañemos, funcionan como los ascensos de los militares: por "chuscos". Oséase, que diría Umbral, por antigüedad en el escalafón. Y es que Gamoneda ya fue premio de las Letras de Castilla y León (con el PP) y Nacional de la Letras Españolas.
Y creo que no habrá hecho falta que Rogelio Blanco (otro leonés, Director General del ramo) le haya echado una manita; simplemente, le tocaba, porque aunque no guarde mucha relación con los autores de su quinta, resulta que la tan traída "Generación del 50" se ha evaporado tras beberse todo el producto interior licorero durante la posguerra y parte de la democracia, y al final han dejado a Gamoneda en solitario y en edad de merecer (porque la de los literatos y las de las muchachas casaderas no coinciden).
Es triste, pero es así: da igual que Gamoneda se lo merezca (que se lo merece), era su momento, como podría haber sido el de Claudio Rodríguez si estuviera vivo.

Filisteum dijo...

El artículo, fabuloso.

Y se me ocurre un añadido que no quiero callar: yo sí conozco a otro poeta que fue también dignísimo político, unanimemente celebrado pro su gente: Vaclav Havel.

Seamos Bohemios.

:-)))

Anónimo dijo...

Javi Llamazares: ¿De verdad crees que a Gamoneda "le tocaba"? Aquí no le toca a nadie nada, menudos somos. Que se lo digan a unos cuantos, que se han ido a la tumba pensando que les tocaba, y lo único que les tocó fue la hora de diñarla, y gracias. Al margen de que tengas razón con lo del alcoholismo de los cincuenteros, todavía queda alguno por ahí que aguanta en pie el tirón.
Pérez: Añado a Havel a la brevérrima lista. Aceptado. Pero ahora me parece que sí que no hay más.
Besos para los dos javieres.

Rukaegos dijo...

Qué tal Ana: Excelente tu comentario, aunque discrepo en unas cuantas cosillas. Tengo que pensar si te contesto aquí o largo otro rollo de los míos en el santander posible.

Pero apunto algunos poetas-políticos más: José Martí, que dentro del esquema modernista no escribía nada mal y además tenía madrina en la Plaza de Pombo. Y bueno, con matices peculiarísimos, creo que podríamos incluir a Rafael Alberti. Eso sin tener en cuenta que muchos otros del 27 tuvieron participación activa en lo político. ¿Dionisio Ridruejo? No es que sea una maravilla, pero fue más que digno poeta. Y ahora tenemos de ministro en Brasil a Gilberto Gil, que también le hace al verso. Y Lord Byron más revolucionario sin causa que político, pero andaba liberalizado cuando los liberales eran de verdad liberales y no como Lassalle. Y si de liberales hablamos, Espronceda puede ser otro ejemplo.

Vamos, que letras y política han tenido bastante relación.

Besucos y te prometo y/o amenazo con una reflexión un poco más profunda.

Anónimo dijo...

Mi querido R.: Bienvenido seas por estos pagos. Apuntas nombres interesantes, aunque con matices. De entrada, la mayoría de los que citas son hispanoamericanos, pero ya sabemos que por allí es difícil ser algo -lo que sea- y al mismo tiempo no escribir, declamar, componer or whatever. Cosas de la naturaleza... En general, en este siglo que padecemos -y en el previo- se ha producido una disyunción importante entre ejercicio de la cultura y ejercicio de la política, entre otras cosas porque los que accedían a los cargos políticos solían ser los que tenían formación -el resto, sencillamente, no habían ido apenas a la escuela- y hasta inclinaciones literarias; ministrotes varios ha habido en la historia de España, como sabemos. Las cosas hoy ya no son así. Por lo habitual, el que hoy sabe de letras es el que jamás ocupa un cargo político: qué se le va a hacer, desgraciadamente no suelen ser tareas -quiero decir: éticas- compatibles. Excepciones: haylas, por supuesto, y ojalá fueran más. En este momento me viene a la cabeza otro digno ejemplo: el veneciano Cacciari. De todos modos, si leíste la carta de Zapatero -por cierto, qué mal escrita-, no me negarás que las letras no son lo suyo, y que hubiera estado más guapo callado.

Rukaegos dijo...

Hablamos de otros tiempos, cierto es, pero no por eso debemos olvidar a Quevedo.

Pero matizando sobre el matiz ... ¿quién tiene la responsabilidad de que quien sepa de letras esté más bien apartado de la actividad política? Me hago la pregunta y vuelvo a tropezarme con Jorge Semprún de Ministro de Cultura, con la bibliotecaria Blanca Calvo de Consejera de Educación de Castilla-La Manchan o con Luis Alberto de Cuenca de Director General de Cultura. Novelista -en euskera y según dicen por esos pagos bastante interesante- es Arantxa Urretabizkaia, diputada nacional de Eusko Alkartasuna, y Consejero del Gobierno Vasco fue Joseba Agirre. Vinculadas a la cultura, aunque no sea como creadoras del mundo de las letras son Rosa León y Alicia Moreno, ambas concejalas en Madrid. Y supongo que podríamos seguir sin necesidad de citar al maravilloso fichaje de Jaume Matas, ya que tengo la manía de que salvo prueba en contrario los periodistas no son literatos, por más que se empeñen.

El escritor, como el resto de los ciudadanos, vive en la polis y puede interesarse por la política. Al fin y al cabo sigo pensando en la política como en un ejercicio de responsabilidad al servicio de la ciudadanía, por más que la cruda realidad me enfrente cada día a perversiones brutales de esta idea.

Sin embargo, el desprestigio de la actividad política la ha dejado con no poca frecuencia en manos mediocres o pordioseras (el artista que vive para la subvención podría ser una de estas manos, que no sólo entre los políticos haylas). Decía franco, el generalito, "haga como yo, no se meta en política". Y en efecto creo que la ausencia de compromiso de tantas voces como deberían ejercer la crítica, por desidia, pereza, malestar, decepción, depresión, interés crematístico o divismo de manos blancas, beneficia finalmente a los pesebreros, a los políticos sin más oficio que sí mismos ... y a las fuerzas conservadoras de siempre que no necesitan hacer política porque ya hacen economía, ya cuentan con los resortes del poder y están bien interesados en que se produzca esa especie de desmotivación del "todo es igual, todos son iguales".

Me importan más bien poco los gustos o disgustos literarios de Rodríguez Zapatero, aunque sí me preocupa su mal estilo en la redacción. Supongo en todo caso que me estoy acostumbrando a vivir rodeado de prevaricaciones y torpezas lingüísticas. Al margen de ideas, militancias, localismos y otras circunstancias, creo que Gamoneda es un poeta, un gran poeta. Y que el Cervantes es merecido aunque por supuesto se pueda discrepar desde parámetros literarios. El que las ratas hayan mordido sin saber diferenciar un serventesio de un bote de salfumán y, es evidente, sin haber leído a Gamoneda (algunos hasta exhiben su palurda mirada diciendo que no se le entiende, y me remito a tus propias apreciaciones sobre la cercanía del universo simbólico del astur-leonés). No es el problema si Gamoneda simpatiza o no con Zapatero o si Zapatero lee más o menos a Gamoneda. Sino que las ratas de las ondas siguen con los colmillos afilados para llenar de veneno todo lo que no apeste a incienso, rencor e intolerancia.

En cualquier caso, ojalá entre los del mundo de la cultura hubiera un compromiso social y político más claro: En ese mundo se encuentra la salud crítica de una sociedad. Y si seguimos dejando el protagonismo público a granhermanos, plumillas y jurgolistas, vamos mal, Anita, vamos mal.

Anónimo dijo...

Bien, querido R., no puedo sino manifestar mi acuerdo contigo en la mayor parte de lo que sostienes.
No obstante, haces una pregunta que se me antoja muy interesante, aunque luego no la contestas -probablemente no puedes hacerlo tú, ni yo tampoco-: "¿quién tiene la responsabilidad de que quien sepa de letras esté más bien apartado de la actividad política?". Porque no vamos a negar que esa lejanía existe. Es probable que incluso los propios intelectuales, salvo excepciones -y cuidado, no afirmo que sean condenables por ello-, desechen directamente el formar parte de la política, al menos de la política tal como está ahora. Hay que tener mucha fe en que realmente puedes, con sinceridad, aportar algo interesante como para aguantar la dinámica electoral y de partido de cualquier bando político. Las tragaderas, R., para estar en ese frente, han de ser enormes, descomunales, y eso lo sabemos tú y yo por experiencia. Cualquier acto político es en sí mismo deleznable (por favor, no se me obligue a narrar experiencias personales)y potencia lo más servil y carente de personalidad de los afiliados -cuando no lo más rastrero y cainita, esto ya en las ejecutivas-. Un partido es un sistema, y ya sabemos todos lo que es un sistema -vagamente emparentado con anatema-. Repito, pues, que pocos intelectuales serios están dispuestos a resistir esto.
Por contra, está lo que también afirmas de que los intelectuales deberían implicarse más en los asuntos de la "polis", y en eso tienes la razón. Ahora bien, ¿cuál es la manera de implicarse? ¿Crees realmente que cualquier político sin la mínima ética o pudor acusaría la influencia de las opiniones públicas de la intelectualidad española? Me temo que no, y de eso hemos tenido sobrados ejemplos en nuestras escasas décadas democráticas. Al político sólo se le puede dar garrote cívico en las elecciones, pero eso ocurre cada cuatro años. ¿Y entre tanto? Pues a tragar, querido. Lo de siempre.
Luego está el nivel de nuestros representantes: no saben idiomas, no saben escribir una carta en un periódico, no tienen una formación específica, no saben ni siquiera darle al pico... ¿De qué estamos hablando: de gestionar el estado español o un chiringuito de playa? A mí me parece inaceptable que cualquiera de nuestros representantes no cuente con un CV medianamente respetable (y me refiero no a un CV de sucesivos carguitos políticos, sino a un currículo de auténtica brillantez intelectual).
Y creo que, en todo lo demás, estoy d'accord avec toi. Un besito.

Filisteum dijo...

Pues yo discrepo:

Que lo poetas se metan a políticos o a comprometidos, o a dar el sermón desde su púlpito, me parece una muestra deoportunismo y un modo como cualquier otro de extender el prestigio a una faceta donde no corresponde.

Un poeta hablando de política es como un ingeniero hablando de bioquímica.

¿O es que la poesía incluye el talento para la gesíón? no creo. Sim simples ínfulas de hombre famoso.

Creo.

Anónimo dijo...

Javi: Creo que a lo que se refiere Rukaegos es más bien a la posibilidad -habitualmente amordazada por intereses más o menos espúreos- de que los "intelectuales" (vaya con la palabreja) manifiesten más abiertamente su opinión en materia política. Porque la política, al margen de que sea una carrera que se estudie en la Universidad (ejem), es etimológicamente lo que resulta del ejercicio de la responsabilidad de los ciudadanos. Ello no significa que el escritor deba ser político, ni el político escritor, sino que el escritor puede y debe mojarse sin consecuencias y sin miedos respecto a las decisiones políticas. Pero nada de púlpitos, por favor. Ya hemos tenido demasiados durante demasiados años...
Y la gestión... bueno, ¿qué es la gestión? Los economistas propugnan que ellos son los óptimos gestores, incluso en materia de cultura. ¿Lo son realmente? El problema radica en delimitar el concepto de gestión, que a mi modo de ver abarca varias facetas. A priori, un poeta no debe ser ni buen ni mal gestor. Un gestor es una persona con capacidades múltiples, versátil, flexible, "openminded". Pero sobre esas materias no hay aún facultad abierta...

Rukaegos dijo...

Puesto que siempre he pensado que los poetas son personas normales, ciudadanos de a pie, considero que tienen el mismo talento, el mismo derecho y los mismos lastres que cualquier otra persona para hablar de política. El hecho de ser poeta, es obvio, no da talento ni talante para la gestión; pero tampoco lo resta. El hecho de ser poeta no te hace experto en los grandes ni los pequeños temas de la política; pero tampoco te convierte en idiota.
Pero es que además los poetas sufren los mismos problemas con la inflación o con la vivienda o con el trabajo de mala calidad que el resto de la sociedad. Al poeta homosexual, probablemente le afecte el hecho de tener en el gobierno de su país a Zapatero o la esos Hernández y Fernández sin gracia que les han tocado en suerte a los polacos. El poeta que tiene a su padre con alzheimer le afecta la situación de las personas dependientes en su entorno. Al que tiene hijos le afectan las políticas educativas y al que coge la gripe las sanitarias. Etc.

Por lo tanto, y puesto que poeta no es un oficio concreto a día de hoy, ni procede de ninguna formación específica, Gamoneda, y resto de la prole, tienen el mismo derecho que cualquiera a opinar con mayor o menor fundamento de los asuntos de la res pública. Y si tienen ganas, vocación y capacidad, para participar en su gestión de manera activa.

Gabriel Celaya era ingeniero de caminos ... ¿no podría opinar, pues, sobre infraestructuras viarias? Ana es historiadora, jurista en ciernes y filóloga ¿no le cabe opinar sobre tantísimos asuntos que sin duda tienen que ver con la política? Exactamente igual que cualquier otro ciudadano, incluso, quién sabe, con mucho más tino.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Querido R., por lo que dices no sé si puede malinterpretarse mi última intervención. Precisamente lo que afirmaba era lo mismo que tú sostienes: que nada ni nadie es a priori descalificable para cualquier ocupación. Ante todo, presunción de competencia, o sea. Besos.

Rukaegos dijo...

Jajajajajajaja, Ana, guapísima, en realidad estaba refiriéndome a la intervención de Javier: tenía la noche con una especie de ataque de vehemencia y tú, tan contenida siempre (pese a lo que puedan maldecir ciertos cronistas, me pareciste tan estupenda como siempre pero demasiado tibia, jajajaja.
Besos.

Anónimo dijo...

Besos, cielete.
Eso sí: dejemos al cronista de la caspa en paz... ;)))).
Muaks.

Filisteum dijo...

Al final va a parecer que creo que el poeta debe callarse, y no tiene derecho a intervenir en política. Y no digo eso, ni mucho menos. ¡Qué va!

Lo que pasa es que leo entre líneas, y quizás con demasiada sutileza entiendo que se pide al poeta un "compromiso", es decir, una utilización "social" de su prestigio.

Y me niego a valoirar la opinión del poeta por encima de la del frutero.

Y me diréis sreguramente que ambos son ciudadanos y sus opiniones se equivalen como se equivalen sus votos, pero la realidad nos enseña que a la televisión a la radio llevan en campaña electoral a personas de prestigio, para que inviertan ese prestigio en opciones políticas. ¿O no?

O dicho de otro modo : la figura del "artista comprometido" me parece equivalente a la del sermoneador. A la del propagandista. A la del telepredicador, ¡Aleluya!, Hosannah, Aleluya!

¡Oh, sí! ¡Hosannah!

Bueh

:-)))))

Filisteum dijo...

Decía Ortega en La Rebelión de las Masas que cuando alguien dice que es catedrático no se le pregunta de qué, y se le escucha como si fuese catedrático de todo.

Y si todos entendemos de economía, Ana, de poesía ni te cuento...

Anónimo dijo...

Estupenda Ana, llego con un poco de retraso y, consecuentemente, me pongo a la cola como uno más de tus acólitos; siento no haber llegado a tiempo de pedirte que retiraras ese comentario o que lo rehicieras con otra perspectiva porque me ha parecido lleno de prejuicios tan pedestres, tan simples, tan "de periodista partidario" como impropios de una sensibilidad poética, de un criterio universitario y de una persona informada y prudente. Creo que es un borrón que podías haberte evitado. Gracias por todo lo demás.

Anónimo dijo...

Querido Tino: al margen del rapapolvo que me echas, me gustaría que concretaras un poquito más tu intervención; es decir: dónde lo pedestre, dónde lo desinformado o partidista. Sólo así podría dar contestación a tu intervención, por otra parte un tanto destemplada, ¿no crees?
Aunque no te conozco, imagino que serás alguien universitario, prudente, con sensibilidad poética et coetera. Y en función de tales caracteres, tal vez puedas llegar a explicarte mejor y yo retiraré el post muerta de vergüenza o, al menos, te daré cumplida respuesta.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Mira, lamento haber sido tan cortante y destemplador.
No, no me quiero retratar. Considera que soy un simple lector y concedeme la "presunción de competencia".
Lo he pensado mejor, he leído los comentarios y tus respuestas, cosa que no había hecho antes, y creo que mi "intervención", así la denominas, está absolutamente fuera de lugar y no requiere, por lo tanto, ni contestación ni que atiendas la sugerencia, naturalmente.
Sólo voy a añadir una cosa más que quizás sirva de disculpa para mi enfado matutino de ayer y el imprudente (mea culpa) comentario: todo tu post está edificado sobre una truculencia, convertir en gesto político un gesto de amistad, por más público que fuera.
(Me refiero a la "carta abierta" no a la concesión del premio)

Anónimo dijo...

Tino: Bienvenido de nuevo (hoy más, si cabe). Entiendo lo que dices: me refiero al gesto de amistad al que aludes. Lo que ocurre es que cuando se ocupa un alto cargo político, hay que medir muy bien las manifestaciones de amistad, porque pueden ser como pedradas (justo o injusto, es así). Por otro lado, creo que la amistad no se demuestra escribiendo cartas (mal redactadas, por cierto) en la prensa, sino en el ámbito de la confianza y la intimidad. Lo demás es escaparatismo (pienso yo, aunque quizá esté equivocada). Un abrazo.