Astracanadas, 06.06.07

Ya está aquí, ya nos cayó encima, ya estaba tardando demasiado. Su ciclo quinquenal habitual –que es el mismo que el del paludismo, por si no lo saben– ha llegado a su debido término: la nueva astracanada de Damien Hirst, el niño mimado del BritArt desde que Saatchi posara en él sus ojos de caja registradora –aunque luego se acabaran tirando las polveras–, uno de los artistas vivos más enriquecidos del planeta a sus 42 años, está en bandeja. Después de sus fotos con los muertos y el tiburoncito en formol –que, por cierto, se le está descomponiendo al insensato que no dudó en pagar por él 10 millones de dólares–, Hirst nos deleita con una calavera forradita de brillantes que ha llamado Por amor de Dios. Y tanto. Por lo que parece, la calavera, que es auténtica, perteneció en vida a un buen hombre que andaba pululando, ajeno a su estrambótico destino, allá por el siglo XVIII. La obra –que, la verdad, es un rato fea– tiene hasta las muelas empastadas de diamantes, y un pedrusco gordo en plena testa, como si de un cíclope hortera se tratara. Imaginemos a un nuevo Hamlet con el engendro en la mano y preguntando aquello de “comprarla o no comprarla: esa es la cuestión”. Eso sí, de decidirse, el de turno habrá de pagar 72 millones de dólares; alguno picará, seguro. Está claro que algo huele a podrido en ciertos ámbitos del arte contemporáneo. Hirst, que es todo un Midas del estiércol, obtiene con cada expo críticas levitatorias, arrastra consigo un aparato mediático que beneficia a muchos y sin cesar se le sigue incrementando la bolsa. Y todos tan contontos, si me perdonan la errata.

Y por cierto, puesto que hablamos de estiércol, no podemos soslayar la nueva hazaña de Sotheby’s, que lleva la fragante firma de Piero Manzoni: una de sus célebres 90 latas de excrementos propios, debidamente envasados y etiquetados en 1961, acaba de venderse hace escasamente una semana por 124.000 euros. La Tate Modern había pagado 40.000 euros por otra de estas latitas de delicatessen hace algunos años, para escándalo de los contribuyentes, que toleraban mal que se comprara “merda d’artista” (según reza literalmente la etiqueta) con dineros públicos. En cualquier caso, los potenciales interesados deben apresurarse, porque hay noticias de que las latas disponibles son hoy menos de 90: algunas de ellas han estallado –no entraré en detallar las consecuencias derivadas de la explosión de estas conservas de solera–, así que las escasas latas supervivientes adquirirán más valor en el mercado. Algo tendrá la mierda cuando la bendicen.

Otro que viste y calza es Richard Serra, inolvidable autor de aquel montón de escombro arrinconado llamado Splash, que hoy se nos ha puesto literario. Ya saben aquello de Borges, que sostenía que lo que no copiamos de los otros lo copiamos de nosotros mismos. Dicho y hecho: Serra se ha hecho una copia de Equal Parallel, la obra de 38 toneladas “misteriosamente” desaparecida en nuestro Museo Reina Sofía, y la ha plantado en el MoMA. Más chulo que un ocho. El carácter único de la obra de arte es un concepto que hay que deconstruir –esto lo aprovecharía bien Derrida, otro avezado apóstol del vacío–, sobre todo si el concepto nos toca los… bolsillos. Según se apunta, ha sido el Museo Reina Sofía quien, con encomiable sabiduría, ha propuesto al artista la reproducción de la pieza; bien me parece, no podemos dejar que además de los cerebros se nos fuguen de España nuestras obras de arte más insignes. Por otra parte, se comprende que intente evitarse que la execrable manipulación del mercado del arte caiga en manos no autorizadas.
Y entre tanto, Spencer Tunick se ha marcado otra foto con dos mil holandeses en cueros en la ciudad de Amsterdam. No deja de asombrarme que se pueda vivir de esto y sin pegar más palo al agua durante tanto tiempo: quince años desde las primeras tomas en Nueva York, allá por 1992. Qué cosas.

Si para entonces no me he desinflado, a lo mejor les hablo de arte –de arte de verdad– la próxima semana. Menos mal que del otro no entiendo.

6 comentarios:

Darío Fernández dijo...

En fin... Ya sabes lo que dijo Gómez de la Serna: "El arte es morirte de frío".

Anónimo dijo...

Magnífica la frase, muy al pelo... A este paso moriremos de frío y hasta de inanición. Besos.

uminuscula dijo...

Oh, pues yo quiero leer lo que es Arte de verdad.

Abrazos.

Anónimo dijo...

Mi querida u: la insto a que, como avance, se pase por mi otro blog, Hablemos de Victorias, y lea la entrada Escombros de la Historia.
Gracias por andar por ahí. Un abrazo.

Filisteum dijo...

La libertad es lo que tiene: dondeno existen normas, no hay freno a los impostores.

Tengo tanto interés por el arte moderno como por comerciar en un mercado de trigo donde no existiesen balanzas.

Anónimo dijo...

Peor aún, Javier: cierto arte contemporáneo se ufana de romper las normas. O sea, la ilegalidad y la inmoralidad como bandera. Dios -o quien sea- nos pille confesados...