Clayderman forever, 20.06.07

Llevo ya dos semanas intentando escribir de arte del bueno –les juro por el perro socrático que tengo presente el objeto de mis desvelos en la cabeza– pero la vida sigue empeñándose en ponérmelo difícil: el arte oficial, el arte institucional, el arte con mayúsculas (porque el auténtico, el bueno, desdeña la caricia capciosa del poder y es minúsculo y tímido por naturaleza), monta demasiada algarabía como para permitir que nos ocupemos de algo que no sea su pompa y circunstancia; de modo que allá vamos.
Acaban de darle el Príncipe de Asturias de la Artes –sí, de las Artes– a Bob Dylan. Los jurados de la cosa han esgrimido como excusa para dejar a un lado a Maria João Pires, a Frank Gehry o a Rafael Moneo que Dylan ha sido el “faro de una generación”. Ahí queda eso. Mi corazón palpita cuando las instituciones se ponen poéticas (y últimamente lo están haciendo más de la cuenta). Desconozco la generación concreta a que estos jurados se refieren. Tal vez sea la generación de aquellos que hoy dicen que corrieron delante de los grises cuando realmente sólo los veían de lejos o se tomaban con ellos unos chatos o incluso los tenían en la familia; tal vez sea la generación de los que nunca estuvieron en París en el 68; tal vez sea la generación de aquellos que no entendían las canciones de Bob Dylan (entre otras cosas, porque los ladridos de Dylan apenas los descifran los angloparlantes, y porque además hablaba de unas cosas que en España ni fu ni fa); tal vez sea la generación de los que por aquellos años pensaban que había que combatir las opresiones de la dictadura para acabar cayendo años más tarde en la explotación de sus propios empleados con contratos basura, en la especulación más sonrojante, en las declaraciones fraudulentas a Hacienda Somos Todos Menos Yo, en la vergonzosa usurpación del trabajo intelectual de sus subordinados… Si esta es la generación de la que hablamos, mejor estaríamos hoy si el faro se hubiera ido a negro.
Y qué decir de los profetas que nos ilustran sobre la magistral poesía de Bob Dylan, tal vez por ser la única que leen. Ahora hemos descubierto que Mr. Tambourine es el poeta del siglo XX, que no hay ni ha habido nadie como él. Pessoa, Auden, Ungaretti, Bachmann, Celan, Pound, Aleixandre… a ver si os enteráis de que toca retirada. Dylan ha matado a los poetas de verdad, como el vídeo a la estrella de la radio. Cerremos el quiosco, dejemos de leer, dejemos de trabajar a conciencia las palabras, dejemos de invertir años en formación y estudio; cojamos una armónica desafinada y echémonos al monte, digo al metro: con el tiempo seremos objeto de la utópica nostalgia de la masa y cuando lleguemos a millonarios el gobierno de turno nos regalará 50.000 euros del contribuyente para gastar en bagatelas (o ya puestos, en un piscolabis en la masía de Adriá, otro excelso artista de la contemporaneidad).
Por mi parte, y desde mi modesta posición de ex-poeta damnificada por Bob Dylan, me atrevo a sugerir al comité del Príncipe de Asturias para el próximo año una candidatura que en absoluto me parece que desmerezca de los premiados en algunos de los últimos años: la de Richard Clayderman. Quién no recuerda su cándida sonrisa, sus ojos azules, su rubia melena, su piano blanco –un piano blanco siempre mola más que una armónica cutre–, sus encantadoras melodías. Este sí que fue luminoso faro de una generación, al menos en España. Los de Renault -Francia siempre avant-garde– ya se han dado cuenta de ello, y espero que los del Príncipe de Asturias no se dejen comer la tostada y pierdan comba.
Las generaciones, todas, precisan de “faros” que iluminen el conocimiento, el arte; el arte que participa del esfuerzo –concepto cada vez más desprestigiado–, de la humanitas, de la ética, del poso perdurable en la intelectualidad humana en cualquier tiempo, de la conciencia, del estudio. Todo lo demás no es arte, no es cultura… es espectáculo. Pero es obvio que la infección se extiende: the show must go on.

11 comentarios:

uminuscula dijo...

¿A quién se lo hubieras dado tú? :)
Mi amigo Pepe de Uriarte, que trabaja en VeoTv, se pasó el día que le entregaron el premio a Bob encuestando transeuntes por el centro de Madrid. Me dijo, consternado, que de treinta personas, unas veinte desconocían a tal personaje. Al final, desconsolado y muerto de calor, se lanzó a entrevistar guiris...

Anónimo dijo...

Sí, he leído algo al respecto de la ignorancia del personal acerca de la identidad de nuestro hombre. A priori me parece exagerado, casi una leyenda urbana, pero ve tú a saber. Tampoco me parece mal que se le vaya olvidando; discúlpame, pero le tengo especial inquina, más que nada porque creo que está sobrevalorado. Dejando a un lado sus inexistentes cualidades como cantante, sus melodías no llegan realmente lejos y sus letras... bueno, creo que tuvieron sentido esencialmente en su tiempo. Fuera de cuatro temas como los Highway, el Mr. Tambourine de las peras, el Blowing in the wind y el The times they are a changing... ¿quién recuerda algo más? El problema de Bob Dylan es que es un producto con fecha de caducidad, como un yogur que tomado fuera de fecha puede hacerte daño. Por lo demás, seguimos obsesionados con los prblemas de Estados Unidos (su Vietnam, su Watergate y sus mandangas) y creo que olvidamos echar un vistazo a cosas que nos conciernen más. ¿Quién nos cantará sobre ellas? ¿O incluso sobre temas más universales?
Mi visión de la cultura es más amplia, más humanista -como sugiero en el artículo-, está más prendada de la perdurabilidad, de lo que nos engrandece. Así dicho suena cursi, pero sigo pensando que Wagner ha aportado más a la cultura occidental de lo que aportará nunca Bob Dylan, aunque viviera 200 años, qué le voy a hacer.

uminuscula dijo...

y lo de paul auster qué te pareció? curiosité que me da, no sé. me apetece contarte alguna cosa pero me duele mucho la tripa.igual mañana. que estés bien!

Anónimo dijo...

Auster... es irregular. Ha tenido cosas espléndidas. La Trilogía es la Trilogía. Cimientos me interesó, y también Leviatán. Lo último que está publicando me parece frustrado, lo que por otra parte no significa absolutamente nada.
En cuanto al premio Príncipe de Asturias de las Letras... bueno, a mí los premios no me gustan mucho, y menos a estos niveles, en que aportan tan poco; me parecen arbitrarios... en el mejor de los casos.

uminuscula dijo...

que el paroxismo defienda a richard ;)
gracias
hasta la vuelta

Anónimo dijo...

Puede que tú no conozcas más pero otros sí recordamos muchas: De todos modos todo tu comentario destila una postura que ahora se lleva mucho: como no me gusta a mí, seguro que a los demás tampoco. Pase que, a posteriori, te parezca que nadie corrió delante de los grises o que los que corrieron ahora se llenan los bolsillos, o lo que sea. Pero mi percepción de aquellos años es completamente distinta. Supongo que soy de "esa generación". ¡Qué le voy a hacer!

Anónimo dijo...

Diego: me temo que evalúas mi comentario de forma un tanto precipitada. Conozco muchas, realmente muchas canciones de Dylan, entre otras cosas porque tuve un amigo que me grabó todos sus discos y luego un ex que me martirizaba con lo mismo (un ex, por cierto, que además de catedrático era muy progre y muy de izquierdas, pero que sin embargo no sentía empacho en firmar los trabajos de la gente que contrataba en su departamento: una cuestión de coherencia y ética, ya sabes).
Tampoco creo que mi postura se lleve en absoluto; de hecho, el Príncipe de Asturias se lo han dado a Dylan, y a mí es probable que me lluevan unas cuantas piedras más en este blog. El que a mí no me guste algo no implica automáticamente que a los demás tampoco les guste: en realidad, estoy bastante acostumbrada a lo contrario (a mí la Gran Fuga de Beethoven me apasiona y la gran mayoría ni siquiera sabe lo que es). Tampoco pienso que eso sea algo importante: estamos aquí para mostrar opiniones divergentes.
Por último, yo no he dicho que nadie corriera delante de los grises; he dicho que hay quien se cuelga medallas que nunca poseyó. Como historiadora puedo asegurarte que en España en ese tiempo, no nos engañemos, la disidencia era escasa; los motivos son largos y complejos, y no es este el lugar para detallarlos. Pero esa es la realidad. Y en todo caso, incluso algunos de los que llegaron a correr delante de los grises, tienen ahora sustanciosas cuentas en paraísos fiscales y abogan por un endurecimiento de las condiciones de trabajo de los pringados. Me he limitado a señalar la falta de coherencia entre unas actitudes y otras, entre un pasado utópico y lejano y una actualidad palpable y pragmática, muy pragmática. Será que no soy de esa generación, qué le voy a hacer. Y como tampoco soy de la del botellón, pues tengo las ideas bastante diáfanas: o sea, que no veo doble.
Gracias por tu opinión, y bienvenido.

matlop dijo...

amiga Ana:

el silencio es un arte sagrado?


mil sonrisas para ti
M

Anónimo dijo...

Tan sagrado como inencontrable, dulce amigo matlop... Y me lo dices ahora, que estaba escribiendo sobre Patinir...
Por cierto, qué bella tu bitácora.
Te correspondo con una sola sonrisa, la mejor.

Jorgewic dijo...

Querida Ana

Tan cegado estoy con el blog de las victorias que no había reparado en este reparto de panes y peces. Si te juro por mi cd inencontrable de Aafje Heynis que hacía tiempo que no me reía tanto como con este post sobre el Dylan, puedes creerte que arderé en el infierno justo al lado de Toscanini y la Madre Teresa de Calcuta.

Sobre el contenido del comentario, ¿qué puedo decirte que tú, que ya me conoces "algo", no sepas? Uno de los más gloriosos blasones de mi fructífera vida es poder afirmar, con la cabeza bien alta, que soy quizás el único ser sobre la faz de la tierra que NUNCA-NUNCA-NUNCA ha escuchado conscientemente una canción de Bob Dylan, los Beatles, los Rolling, ni ningún otro cantante o grupo que les haya seguido en el tiempo en la general apreciaciación de eso que llaman "el gran público". ¿Hablas de Wagner? No sé dónde he dejado ya dicho que con Puccini y Strauss -Ricardo-, se puso el punto final a la historia de la música. ¿Me repito, pues? Entonces lo dejo aquí.

Cuando algo huele mucho y mal, hay que intentar que huela a otra cosa. Con esto de los premios y los galardones y la "socialización" de la kultura estamos entrando ya en terrenos que lindan, no con la cursilería..., sino con el asco ajeno. Días hay que cojo el periódico en el quiosco y lo suelto como si quemara, de la impresión que me producen los titulares : ¿de verdad yo vivo en "éste" mundo? Puajjjj.

Iba a seguir escarbando con la navaja también en el tema de la "progresía" ad alii, pero como veo que en tu caso ya estamos mentando hasta a todo un "ex" mejor lo dejamos para cuando podeamos reirnos juntos en torno a un café..., que espero sea pronto.

Muchos besos, guapetona.

Anónimo dijo...

Ojalá ese café sea pronto, mi amado Jorge. Tenemos mucha tela que cortar...