Parece que podemos descansar. Uno de los principales enigmas de la Humanidad, después del de la esfinge tebana, ya está resuelto. La célebre y un tanto estulta cuestión “qué fue primero, el huevo o la gallina” ha encontrado respuesta gracias al agudo intelecto de un científico, un filósofo y un avicultor británicos. Según ha publicado el sesudo diario The Times –que por lo que se ve prefiere dedicar su atención a estas materias que a la peliaguda situación política que atraviesa actualmente His Majesty’s Country–, es ya indudable que in principio erat ovum. El profesor John Brookfield ha aclarado que el ADN del organismo que está dentro del huevo es el mismo que el del organismo que de él ha de salir –algo que por otra parte no era difícil de suponer. El filósofo David Papineau ha añadido un pensamiento más enrevesado a la cuestión: “Si un canguro pusiese un huevo, y de él saliese un avestruz, el huevo sería de avestruz y no de canguro”. ¡Dioses! Esto empieza a complicarse. Por su parte, Charles Bourns, de profesión granjero y con mucho que decir en semejantes asuntos, ha querido también tomar parte en el debate y añadir su puntito críptico al enigma: "Los huevos existían ya antes de que naciera el primer polluelo. Claro que tal vez no tuviesen el aspecto de los de hoy".
A la vista de la relevancia del problema, de la profundidad de las conclusiones y del nombre de los implicados, no puedo evitar acordarme del spam. La noticia de este huevo cósmico en el Times es spam periodístico puro y duro, y cada vez hay más. Si se observa detenidamente, la proporción de noticias tan “curiosas” como irrelevantes (spam, o sea) va creciendo de día en día en todos los diarios, incluso en los serios. Ya no se trata de que un hombre muerda a un perro, sino de inquietantes misterios en que pueden verse envueltos huevos, gallinas, avestruces, el ADN, Dan Brown o el mismísimo Jesucristo. Los gestores de estas noticias trabajan sin descanso, igual que los firmantes del correo basura, que nos hacen sus envíos en cualquier momento del día o de la noche, siendo de su especial preferencia las turbias horas de la madrugada –extraña forma de economía sumergida, me imagino. Seguro que Papineau meditaba sobre los canguros solitariamente acompañado por su flexo a las 3:46 AM, y que Bourns pensaba en la forma de los huevos primigenios mientras daba vueltas en su cama en Nottingham a las 4:28 AM. Todo para que la más temprana edición matinal del Times (y similares) esté debidamente abastecida.
Por otro lado, reparen en los nombres: John Brookfield, David Papineau, Charles Bourns (incluso Dan Brown)… a mí me recuerdan los de mis últimos remitentes noctívagos de correo basura: Tyler Goodson, Brian Anderson, Dallas Hadley, Devon Gordon, Ray Handcock, Derrick Joyce… Por variedad que no quede. Me he molestado en verificarlo y siempre son distintos. Ninguno nos escribe nunca dos veces, ni por supuesto nos responde, aunque sus correos electrónicos son con frecuencia una pretendida respuesta (Re:) a uno previo nuestro que nunca existió. Sus motivos son por igual reiterativos y sorprendentes: Herman Aguilar me ofrece un Rolex por 219 dólares; Jillian King promete alargarme un miembro que no tengo y Ferdinand Elmore me supone lesbiana y además floja, puesto que me pronostica que o mejoro o mi chica se va a ir con varios hombres. Sandy Brown –¿será hermana de Dan?– me informa pormenorizadamente sobre las oscilaciones en el precio del petróleo y manda un mensaje cuasicifrado sobre inversiones en Bolsa al respecto, de donde deduzco que quiere exprimir mi torpeza bursátil y fagocitar mis exiguos ahorros.
Pero no sé de qué me quejo: el spam, en realidad, tiene la virtud de resultar extraordinariamente democrático: si no de coche, vivienda, trabajo o derechos, del spam y de la muerte disfrutamos todos por igual. Y bien mirado, es uno de los grandes logros de la sociedad contemporánea, ahora que otros muchos más pretéritos están yéndose por el desagüe; lo que ocurre es que, al igual que todas las grandezas de este mundo y hasta de otros, el spam encierra sus contradicciones. Como el arcano insondable del huevo y la gallina.
A la vista de la relevancia del problema, de la profundidad de las conclusiones y del nombre de los implicados, no puedo evitar acordarme del spam. La noticia de este huevo cósmico en el Times es spam periodístico puro y duro, y cada vez hay más. Si se observa detenidamente, la proporción de noticias tan “curiosas” como irrelevantes (spam, o sea) va creciendo de día en día en todos los diarios, incluso en los serios. Ya no se trata de que un hombre muerda a un perro, sino de inquietantes misterios en que pueden verse envueltos huevos, gallinas, avestruces, el ADN, Dan Brown o el mismísimo Jesucristo. Los gestores de estas noticias trabajan sin descanso, igual que los firmantes del correo basura, que nos hacen sus envíos en cualquier momento del día o de la noche, siendo de su especial preferencia las turbias horas de la madrugada –extraña forma de economía sumergida, me imagino. Seguro que Papineau meditaba sobre los canguros solitariamente acompañado por su flexo a las 3:46 AM, y que Bourns pensaba en la forma de los huevos primigenios mientras daba vueltas en su cama en Nottingham a las 4:28 AM. Todo para que la más temprana edición matinal del Times (y similares) esté debidamente abastecida.
Por otro lado, reparen en los nombres: John Brookfield, David Papineau, Charles Bourns (incluso Dan Brown)… a mí me recuerdan los de mis últimos remitentes noctívagos de correo basura: Tyler Goodson, Brian Anderson, Dallas Hadley, Devon Gordon, Ray Handcock, Derrick Joyce… Por variedad que no quede. Me he molestado en verificarlo y siempre son distintos. Ninguno nos escribe nunca dos veces, ni por supuesto nos responde, aunque sus correos electrónicos son con frecuencia una pretendida respuesta (Re:) a uno previo nuestro que nunca existió. Sus motivos son por igual reiterativos y sorprendentes: Herman Aguilar me ofrece un Rolex por 219 dólares; Jillian King promete alargarme un miembro que no tengo y Ferdinand Elmore me supone lesbiana y además floja, puesto que me pronostica que o mejoro o mi chica se va a ir con varios hombres. Sandy Brown –¿será hermana de Dan?– me informa pormenorizadamente sobre las oscilaciones en el precio del petróleo y manda un mensaje cuasicifrado sobre inversiones en Bolsa al respecto, de donde deduzco que quiere exprimir mi torpeza bursátil y fagocitar mis exiguos ahorros.
Pero no sé de qué me quejo: el spam, en realidad, tiene la virtud de resultar extraordinariamente democrático: si no de coche, vivienda, trabajo o derechos, del spam y de la muerte disfrutamos todos por igual. Y bien mirado, es uno de los grandes logros de la sociedad contemporánea, ahora que otros muchos más pretéritos están yéndose por el desagüe; lo que ocurre es que, al igual que todas las grandezas de este mundo y hasta de otros, el spam encierra sus contradicciones. Como el arcano insondable del huevo y la gallina.
2 comentarios:
Así es, junto con el post anterior, lo que es la basura en los medios y la censura, son a mi parecer, un retroceso más de los que se ven que abundan en estos tiempos. Leí en algún diario, que en países de tercer mundo (como el mío, por ejemplo) es donde se generan focos rojos en cuanto a esta costumbre, como el de darle más circo que pan al pueblo. Cuando cambiamos de presidente, a Salinas con Zedillo, se publicó una supernoticia, que acaparó los medios: El chupacabras. No podrías creer la cantidad de periódicos y canales de televisión que dedicaban horas a deducir el mentado ser. Era lo más estúpido que se podía leer, pero aún así, lo más abundante. Y de la situación del país? no pues, casi nada.
Ahora, incluso hay un noticiero en uno de los canales más populares a nivel nacional (el 13 de TVAzteca), que descaradamente solo dan un minuto de política, que para que no haga uno corajes, poniendo en su demás tiempo, noticias de los seleccionados a jugar en la copa del mundo, o de cómo ponerte guapa con un tinte de pelo haciéndolo tú misma, o cualquier estupidéz más. Lo malo de todo esto es que la gente sigue sin hacer muecas mientras los medios limitan su conocimiento de la situación real del país, del mundo, y coartando su capacidad de elección.
Bueno, aquí ahora padecemos el síndrome Rocío Jurado... Una de tantas excusas que, en efcto, se buscan los medios de comunicación para no hablar de lo que realmente deberían hablar: el proceso real de las negociaciones antiterroristas, la verdad de los atentados del 11M (y hasta del 11S), qué está ocurriendo en Iraq... Pero es que claro, de hacerlo, se les caería la cara de vergüenza. Tanto tiempo encubriendo tanta basura es una esclavitud como otra cualquiera. Supongo.
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