El spam de Quique el Alfarero, 24.02.08

Acaba de llegar a Cádiz la última entrega de Quique el Alfarero. No voy a detenerme a desgranar lo obvio: que los mastuerzos de Potter son tan gruesos como precaria su calidad, y que las películas de turno son más leñosas aún que los libros (según cuentan sufridos padres con hijos en edad de merecer). Que se vendan libros malos no es novedad; es más, se está produciendo un curioso particular: mientras en la librería nos asaltan títulos infectos con creciente alevosía, la cultura de rango se refugia en los quioscos; una va a comprar el diario y se encuentra ante la testa a Platón en tapa dura, un cedé de Biber o una película de Herzog. Y a precio de risa. Pero a lo que iba: sabemos que la mala literatura prolifera. Bien está. Cada uno pasta lo que su intelecto le reclama, y eso es difícil de cambiar: al señor que le gustan las pelis porno es difícil que “le ponga” La rodilla de Claire, y eso no lo arregla ninguna campaña gubernamental. Lo que a mí me molesta, señoras y señores, es el spam (propaganda basura, ya saben), con la agravante de acoso.
La que suscribe puede resistirse a los cánticos de Quique, pero… soy víctima en la prensa, en la radio, en la tele, en la librería –¡incluso en el selecto quiosco!– de una campaña vociferante e impía. Así que, aunque no leo “las cositas” de Quique, sé que va a haber una lucha entre él y un malo llamado Voldemort y que a Quique le ayuda Dumblemore (me marearía con tales nombres si no me recordaran al amigo Condemor). Sé también que la mamá de Quique no mandará al infante a la Universidad; cierto que la Uni está muy malita, y lo único que faltaba es que llegara el niño con el torno a modelar cerebros.
Intuyo que estas palabras me granjearán el odio de la secta de los alfareros, pero quiero que crean que yo nunca escribiría, como Harold Bloom hizo en 2000, un artículo llamado “¿Pueden equivocarse 35 millones de compradores de libros? Sí”. Quiero que sepan que nada tendría contra las hechicerías del buen Quique si no fuese por su spam masivo e insufrible. Quiero que entiendan que si Quique me cae gordo es por pesado. Seguro que muchos papás, que sufren en silencio sus secuelas como se sufren las hemorroides, me agradecen esta breve invectiva contra la almorrana Potter.

2 comentarios:

Rukaegos dijo...

Ando estos días con líos a todas horas y problemas de conexión en casa así que poco puedo debatir pero ... vamos a defender a Quique.

Voy a obviar los problemas de publicidad y pesadez porque no tienen nada que ver con la obra, y sí con el mercado, las técnicas de mercado, la pela, la monda y la lironda.

Cuando Quique andaba por su tercera entrega, y antes de que ya todo enloqueciera, decidí comprobar por mí mismo, con todo el escepticismo de le monde, qué porras era ese librito que conseguía que algunos de mis alumnos más cenutrios leyeran. Compré la primera entrega y cayó en una tarde, en una semana me había leído las tres y desde entonces soy puntual seguidor de Quique el Alfarero, tanto que compré el final de la serie el día de su lanzamiento y la tengo ya casi acabada.

Entre mis opciones de literatura sin pretensiones, la que uso para rebajar los niveles de intensidad, siempre ha tenido un lugar la literatura fantástica. Desde obras magnas como El Señor de los Anillos a prodigios de diversión como el ciclo del Mundodisco, pasando por la transgresora serie polaca de Geralt de Rivia. El Alfarero cumple con muchos de los códigos y convenciones de la novela de género, está bien narrado, los personajes son coherentes y razonablemente bien construidos, hay momentos divertidos, otros emocionantes, otros dolorosos, la intriga se mantiene hasta el final ... Ojalá en muchos libros pretendidamente serios, con premios académicos y firmantes de renombre hubiera la mitad de lo que la Rowling ha puesto en su historia del pequeño mago.

Literatura entretenida, viva y eficaz. Más que suficiente para una defensa sincera y decidida.

Los abusos del mercado y la glotonería del cine son otros problemas. Pero mientras tanto, un hurra por Quique.

Besucos

Anónimo dijo...

¡¡Quién me iba a decir a mí que mi querido R. me iba a defender a Quique!! :-)
Bueno, bien está, tesoro. Tú mismo lo calificas como "literatura sin pretensiones", que es donde creo que se debe colocar. Como indico en mi texto, me parece bien que exista Quique y que la gente -en especial la gente joven- se lo lea. Por lo demás, es tanta la literatura sin pretensiones que vemos en las librerías, que pocas cosas pueden sorprendernos ya. Si me apuras, entre una novelucha de Almudena Enormes y el amigo Quique, es probable que eligiera al alfarero.
Permíteme decirte que tampoco tú eres un lector tipo. Tú, cariño, eres un fagocitador masivo de literatura, y de todos los pelos: buena, mala y regular. Tú destilas tinta por los poros. Pero la gente no es como tú: la gente sólo lee literatura buena... o literatura mala. Y desgraciadamente, el que lee a Quique el Alfarero sólo lee a Quique, y cuando cambia se pasa a Dan Brown. Ojalá los lectores de Quique leyeran también, como decía un amigo en mi blog de El Pozo y el Péndulo, a Stevenson o Sawyer.
Por lo demás, no me niegues, corazón, que la campaña del torno es simplemente apestosa. Lo suficiente como para alejar a cualquiera del funesto personaje.
Besos gordos.