Parece que la más nacional de nuestras bibliotecas patrias se ha empeñado en mostrarnos sus vergüenzas y surtirnos con chascarrillos constantes acerca de sus deshonrosas menudencias. La verdad es que todo comenzó, como siempre las cosas, por el principio: en el principio no era el verbo, sino la rosa; quiero decir –no nos metamos en jardines–, la rosa Regàs. Con el ominoso nombramiento se inició un periodo aún más siniestro de nuestra digna institución, que se sumaba a su proverbial y ya clásico –en España estos asuntos suelen ser un clásico– mal funcionamiento. De modo que a los obstáculos para el préstamo y disfrute (carné y sólo un folio y un lápiz), los precios abusivos de fotocopiado y microfilmación, la arbitrariedad en la reproducción de ejemplares (si ibas por la mañana te decían que no, si volvías por la tarde te decían que sí), se añadió la turbia personalidad de una directora que mejor hubiera hecho quedándose en casa escribiendo… a poder ser, por favor, sin trascender la más estricta intimidad.
Doña Rosa no tardó en dar la primera campanada intentando retirar la estatua de Don Marcelino Menéndez Pelayo de su emplazamiento habitual en el vestíbulo bibliotecario. Doña Rosa, insigne autora de Luna lunera, se sentía molesta con la presencia del rancio don Marcelino, a pesar de que en el fondo le caía bien porque había escrito “aquello de los Heterodoxos”; había que desratizar, pues, el vestíbulo, que ya se había encargado la interfecta de atornillar unas placas doradas pero discretitas con los nombres de unos republicanos que por allí pasaron. Por si estos dislates no eran suficientes, la egregia directora entusiasta de la III República –no sé por qué no se me arregla llamarle escritora– nos ha ilustrado repetidamente con delicados brotes de su arriate intelectual, tales como afirmar que la democracia inglesa lleva funcionando 800 años (¡¡!!). También de su refinado intelecto han surgido caras y ridículas iniciativas como “Don Quijote hip hop”, cuando necesidades más prioritarias de la Biblioteca han sido desatendidas por supuesta carencia presupuestaria (mejor no hablar de las conferencias de amigos con post-cena en Nicolás pagada por el españolito y las tres secretarias y los cinco chóferes). Y sin embargo, no contenta aún, la superdirectora –“no la toques ya más, que así es la rosa”– se va dejando buen sabor de boca: unos valiosos mapamundis robados de unos incunables prestados al tuntún y varios ejemplares a los que –ahora empiezan a percatarse– se les han arrancado las hojas. Eso sí, la web de la Biblioteca reza en su cabecera: “Custodiamos todos los libros”. Menuda broma. Así que no se entiende que el nuevo ministro-orquesta de cultura, César Antonio Molina, diga que Rosa Pedrisco no ha hecho nada en estos años: vive Dios que ha hecho, y si no la defenestra a tiempo… la Nacional acaba como la de Alejandría, tirando humo y llenando de carbonilla las mesas del Gijón.
Estas zarandajas de nuestro amado país siempre acaban conduciendo a la misma reflexión: ¿a quién debe encomendarse la gestión de determinadas instituciones, esencialmente de las relacionadas con el patrimonio cultural? ¿quién debe ser, por otra parte, el que designe los altos cargos de estas instituciones? Sin duda resulta lamentable que los puestos institucionales de dirección se hayan convertido en recompensa que los políticos en ejercicio arrojan a sus perros más fieles y de lengua más pastosa. Tiene su lógica que un ordenanza tenga que prepararse un temario de oposiciones para abrir y cerrar una puerta y que un director de no-sé-qué-tinglado pueda ser el más burro de la clase, ¿acaso no? A ello se suma la ya añosa polémica entre la gestión y la intelectualidad: los “gestores” –habitualmente economistas– se empeñan en tratar los recursos patrimoniales como chorizos al por mayor, porque no aprecian la diferencia entre un incunable y un pedazo de chatarra –salvo que la chatarra se vende mejor–. En el polo opuesto, los “intelectuales” –dejando a un lado que en este siglo no existen, porque los pocos que había se están muriendo– carecen en ocasiones de la formación específica para afrontar las obligaciones de unos cargos que conllevan múltiples implicaciones (ser un infraescritor o un pesebrero no faculta para dirigir una biblioteca or whatever, por más que haya quien piense lo contrario). Si a ello añadimos la escasa consideración que puede alcanzar el patrimonio cultural en un país donde se tira a las cabras desde los campanarios mientras algún que otro político jalea… pues ya tenemos el puzzle completo.
Entre tanto, lo de siempre. Las bibliotecas extranjeras –no digamos las norteamericanas– nos dejan en pañales en lo que respecta a calidad de custodia, digitalización y préstamo. Pero aquí todos tan contentos, porque Spain is different y en eso radica nuestro encanto. Así que si alguien tiene echado el ojo a la editio princeps del Quijote, que se anime y trinque: ningún director “jasp” le va a salir al paso.
Estas zarandajas de nuestro amado país siempre acaban conduciendo a la misma reflexión: ¿a quién debe encomendarse la gestión de determinadas instituciones, esencialmente de las relacionadas con el patrimonio cultural? ¿quién debe ser, por otra parte, el que designe los altos cargos de estas instituciones? Sin duda resulta lamentable que los puestos institucionales de dirección se hayan convertido en recompensa que los políticos en ejercicio arrojan a sus perros más fieles y de lengua más pastosa. Tiene su lógica que un ordenanza tenga que prepararse un temario de oposiciones para abrir y cerrar una puerta y que un director de no-sé-qué-tinglado pueda ser el más burro de la clase, ¿acaso no? A ello se suma la ya añosa polémica entre la gestión y la intelectualidad: los “gestores” –habitualmente economistas– se empeñan en tratar los recursos patrimoniales como chorizos al por mayor, porque no aprecian la diferencia entre un incunable y un pedazo de chatarra –salvo que la chatarra se vende mejor–. En el polo opuesto, los “intelectuales” –dejando a un lado que en este siglo no existen, porque los pocos que había se están muriendo– carecen en ocasiones de la formación específica para afrontar las obligaciones de unos cargos que conllevan múltiples implicaciones (ser un infraescritor o un pesebrero no faculta para dirigir una biblioteca or whatever, por más que haya quien piense lo contrario). Si a ello añadimos la escasa consideración que puede alcanzar el patrimonio cultural en un país donde se tira a las cabras desde los campanarios mientras algún que otro político jalea… pues ya tenemos el puzzle completo.
Entre tanto, lo de siempre. Las bibliotecas extranjeras –no digamos las norteamericanas– nos dejan en pañales en lo que respecta a calidad de custodia, digitalización y préstamo. Pero aquí todos tan contentos, porque Spain is different y en eso radica nuestro encanto. Así que si alguien tiene echado el ojo a la editio princeps del Quijote, que se anime y trinque: ningún director “jasp” le va a salir al paso.
20 comentarios:
¿Y para qué queríamos a Umbral si ya tenemos a De la Robla?
Porque menudo verbo afilado y puyazo certero; no me gustaría nada estar en el pellejo de la... ¿cómo le has llamado? Ah, sí: infraescritora.
Intelectuales quedarán pocos, pero valor, lo que se dice valor, el tuyo.
Olé.
Voy a poner una agencia, corazón: "De La Robla Tours: péguese un viaje por los submundos de la cultura hispánica". En fin... Gracias por venir. Un besazo.
Muy bien dicho. No se puede añadir nada más. (Salvo que con esa agencia no te forras... O ¿quién sabe?)Un abrazo.
Ya me extrañaba que hubiesen pasado tantos días desde su "dimisión" y no le hubieses hincado el diente; desde lo de Ménendez Pelayo ya se te veía que se la tenías jurada...
Tú al menos puedes criticarla sin que saque a relucir su victimismo de género ("con un hombre no se habrían atrevido"). O igual también te acusa de machismo, quien sabe...
Leo: Si te animas, podemos montar la agencia a dos ;)) A ver si así nos renta más. Besos.
C.C.Buxter: Razón tienes en lo del "género": qué tostón, mein Got. Con esta, de todos modos, creo que el género es indiferente, y lo mismo el estado: líquida, sólida o gaseosa, la estulticia es igual en cualquier caso. Una menos que aguantar pero... a ver a quién nos endilgan ahora. Nunca se está en el fondo del pozo (e incluso hay pozos que no tienen fondo). Besos muchos, querido amigo (te quiero, catalán: ;D).
Y estas barbaridades ocurren en puestos de renombre que salen a diario en los ídem. Así que imagínate lo que acaba siendo la política local, la provincial y la autonómica: un sainete de muy mal gusto...
Besos y gracias por la entretenida invectiva.
Lo local, querido Sir, es aún más grotesco si cabe: al espejo del Callejón del gato se añade el cutrerío de la boina encajada hasta las cejas. No llegamos ni a sainete... Un beso.
Ay, Ana, no me despidas de esa manera que me pongo nervioso, y eso me viene mal para el estudio... Te envío besos catalanes (despolitizados)
No acabo de entender muy bien por qué la Biblioteca Nacional tiene que acabar siendo dirigida en los últimos años por escritores cargados de ira personal que asumen el rol de pitbull (o pitbullesa, para que no se ofenda con el género).
Toda una larga historia de dislates que ahora tiene su penúltimo capítulo con El nombre de la Rosa (que también sacaba airados biblitecoides) y que llega precedida de Joaristi. Luis Alberto de Cuenca, de puro decadente, era al menos frivolón y divertido.
En fin. El caso de la Nacional puede ser ilustrativo de cómo se mima a la cultura en esta Ejjjpaña que a tantos y de tantos predios pone firmes.
Pues espera, R., que ahora que se ha reunido la comisión de expertos para designar al nuevo... Temblemos. Un beso.
Tengo un par de sugerencias: De la Pampa? Frailonix? Ajenjo? Canelita en Rama?
Jajaja. Pero cómo eres. ¿Cómo no se me ocurrieron a mí semejantes nombres? Deberíamos elevar una propuesta en toda regla, como se hace para el Nobel. De todos modos, cualquiera de los candidatos tiene sus peros: Agenjo no creo que pase la prueba del algodón, que ya pasó él su cazo por esos lares hace mo mucho tiempo; Canelita es demasiado histérica, no creo que echen a una loca para meter a otra; De la Pampa no resistiría el viaje (aunque he de decirte que cuando me ve por la calle echa a correr como alma que lleva el diablo -o como el diablo cojuelo-); Frailonix es el que más papeletas tiene, y además podría inaugurar un ciclo: "Aullidos en la BN", por cuenta de la Coral Salve-se-quien-pueda. Como tú dices, empiezo a sentir el cemento en los pies... y es una lástima, porque ayer mismo he visto unos zapatos maravillosos de D&G. Muacks.
jajajajajaja, de todas maneras, he visto en tu blog no esas tus espectaculares extremidades (Cyd Charisse ha pasado a la historia) sino que ya hay nueva Directora de la Nacional. Y parece que esta vez el criterio es su experiencia en el mundo del libro y la lectura.
Hombre, que César Antonio Molina iba a funcionar con más aire que la Calvo parecía claro (y no porque la Calvo sea mujer, sino porque le baila la neurona).Y en una primera valoración, Milagros del Corral a la Biblioteca Nacional parece al menos una decisión con sentido común en asonante.
Veremos.
Pues sí que es cierto que Milagros parece una buena opción, a juzgar por el CV que se ha transmitido. Esperemos que no defraude (ni yo a los seguidores de Cyd Charisse ;))) Besazo.
Suscribo tenazmente la última propuesta de Regino.
Desde ya Puro Camelo a la Nacional.
Sólo ventajas para todo el orbe:
Santander se ve libre de alguien que odia todo cuanto Santander significa, salvo el dinero que le proporciona.
Puro Camelo no tendría que volver más por una ciudad de la que no soporta ni la propia ciudad ni sus habitantes.
La Fundación obtendría un director-directora que, por fuerza, iba a hacer más de lo que hace Puro Camelo. Aunque se quedara durmiendo en casa.
En fin, todo ventajas.
¡Apoyemos la idea!
Enore.
P.S. Que no me acaba de caer bien.
Enore: Menos mal que aclaras que la Camelo no te acaba de caer bien, porque no nos habíamos dado cuenta ;))) ¿Pero vosotros de verdad os la imagináis en la BN? ¿Pegando esos gritos que pega (aunque es cierto que quizá en Madrid baje el volumen)? Yo particularmente preferiría imaginarla como a Laika, metida en un cohete y dando vueltas por ahí, a ver si se le baja la tensión. Otra propuesta... Besos, Pericles.
Un punto marcianoide ya tiene, ya.
¿A qué esperamos, pues, para fletar el cohete?
Propongo convocar una manifestación en la plaza del Ayuntamiento exigiendo al PP que designe nuevo director-directora. Propongo a Ana porque aparte de "esas tus espectaculares extremidades" estás demostrando desde hace años, pero más recientemente con "Quorum" tu capacidad de trabajo y de convocatoria.
Enore
PD. Además el vuelco estético en las ruesdas de prensa sería espectacular.
In debito ob tuam rogationem. Muacks.
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