La crónica de su anunciada muerte es un leit-motiv con el que se nos viene amenazando desde ya varios, muchos años, pero lo cierto es que es difícil acabar con la vida del invento. Desde aquel temerario tren de los hermanos Lumière que parecía abalanzarse desde la pantalla hacia el patio de butacas, provocando la horrorizada estampida del público asistente al estreno de “la cosa”, allá por 1895, ha transcurrido ya más de una centuria, y el cinematógrafo, esa inagotable máquina de sueños, sigue gozando de una más que aceptable salud.
Es cierto que la magia del cine –del cine a oscuras, el de sala, el de pantalla grande–, se ve por momentos cercada. Los motivos son sobradamente conocidos: la presión de las majors que imponen a las salas productos de nacionalidad y presupuestos determinados, el auge del dvd y los equipos domésticos de reproducción, la existencia de otras alternativas de entretenimiento frente a la antigua hegemonía cinematográfica… y me atrevería a decir que la degeneración una forma de arte más presa cada vez de la superficialidad. A ello se suma el supuesto menoscabo que ocasiona la copia ilegal de películas (y digo supuesto por los bajos porcentajes de esta práctica y porque, en definitiva, las más de las veces que se copia una película se hace por no haber tenido acceso a ella en sala o alquiler) y las quejas generalizadas en torno a la subida de los precios de las localidades (aunque, curiosamente, nadie refuta los precios del éxtasis, los cubatas o las entradas del fútbol, lucrativas actividades propias del fin de semana –dicho sea sin ánimo de comparar…–).
Los lamentos ad hoc se reiteran sistemáticamente en diferentes lugares de nuestro país (en este sentido Cádiz no es una excepción), siempre al comienzo o al final del año, y vienen a vestir con previsible sábana a ese fantasma que recorre nuestras salas de proyección sin acabar de convencernos de los estertores de la impagable máquina de sueños… estertores cuyo origen, en todo caso, y a mi juicio, debieran más bien auscultarse en la proliferación de americanadas de explosión y puñetazo (sobre las “obsexiones” españolas de protección oficial mejor no hablar) o en el hedor de los megacontenedores de palomitas plastificadas. Pero ni por esas lograrán echarnos de la luna de Méliès.
Es cierto que la magia del cine –del cine a oscuras, el de sala, el de pantalla grande–, se ve por momentos cercada. Los motivos son sobradamente conocidos: la presión de las majors que imponen a las salas productos de nacionalidad y presupuestos determinados, el auge del dvd y los equipos domésticos de reproducción, la existencia de otras alternativas de entretenimiento frente a la antigua hegemonía cinematográfica… y me atrevería a decir que la degeneración una forma de arte más presa cada vez de la superficialidad. A ello se suma el supuesto menoscabo que ocasiona la copia ilegal de películas (y digo supuesto por los bajos porcentajes de esta práctica y porque, en definitiva, las más de las veces que se copia una película se hace por no haber tenido acceso a ella en sala o alquiler) y las quejas generalizadas en torno a la subida de los precios de las localidades (aunque, curiosamente, nadie refuta los precios del éxtasis, los cubatas o las entradas del fútbol, lucrativas actividades propias del fin de semana –dicho sea sin ánimo de comparar…–).
Los lamentos ad hoc se reiteran sistemáticamente en diferentes lugares de nuestro país (en este sentido Cádiz no es una excepción), siempre al comienzo o al final del año, y vienen a vestir con previsible sábana a ese fantasma que recorre nuestras salas de proyección sin acabar de convencernos de los estertores de la impagable máquina de sueños… estertores cuyo origen, en todo caso, y a mi juicio, debieran más bien auscultarse en la proliferación de americanadas de explosión y puñetazo (sobre las “obsexiones” españolas de protección oficial mejor no hablar) o en el hedor de los megacontenedores de palomitas plastificadas. Pero ni por esas lograrán echarnos de la luna de Méliès.
12 comentarios:
A pesar de los agoreros, el cine no morirá mientras tengamos la oportunidad de entrar en una sala de cine y de pronto sentirnos arrebatados por el dolor, la risa, la ira, la ternura y toda la catarata de emociones que las películas, las de verdad, consiguen comunicarnos.
El cine no morirá mientras por debajo del umbral del arte, haya películas artesanas, de guión correcto y factura profesional capaces de entretenernos mientras nos roban dos horas para contarnos una historia.
Es curioso, pero la muerte del cine suele ser profetizada por sus propios asesinos. Los que nunca vieron el cine como un arte y lo convierte en una máquina de hacer dinero; los que juegan con guiones malos, músicas infumables, interpretaciones de cuarta, direcciones de quinta y publicidad engañosa en la que invierten más que en la propia película.
Hoy tenemos la noche de los Goya. Todos claman por un año negro para el cine español y recurren de nuevo a la crisis, pero ... ¿habéis visto este año alguna película española que de verdad mereciera la pena? Yo no. Como mucho algunas películas modestas pero realizadas con corrección que me dejaron con la sensación de que había presenciado una historia estupenda totalmente desaprovechada.
No me interesa gran cosa este año la autocomplacencia del cine patrio. Así que antes de que me la quiten, me pasaré a ver "En el Valle de Elah" y a Tommy Lee Jones en la que parece ser una interpretación de las grandes. Ojalá me encuentre con el Cine.
El éxtasis se paga pero no es tan caro. Sin embargo el cine es caro y a veces no deja huella. Claro que no desaparecerá. Todos necesitamos un lugar oscuro para producir sueños
Mientras haya un buen guión, un director no menos bueno y algunas locuras seguirá existiendo cine. En España, como en otros paises, falta industria. Pero ese es otro problema. Argentina ha hecho buen cine en los peores momentos de su economía, pero también le falta industria. Con el presupuesto de un par de planos de alguna película americana por aquí hacemos una película completa y así no es posible competir. No reniego del cine español ni le maldigo, salvo cuando la película es pretenciosa y trata de ir más de sus posibilidades.
Supongo que el presupuesto es importante, pero no lo es todo. Me sorprendo descubriendo que algunas de las películas que considero mías son cintas intimistas, de mucho diálogo, exteriores, relaciones y prodigio actoral. Mucho cine europeo, pero también independiente americano, latinoamericano, etcétera.
Esos presupuestos masivos y hasta indecentes de las superproducciones Made in Hollywood muchas veces se queda en fuego de artificio: actores populares que no necesariamente buenos, muchos efectos especiales, y una narración sin demasiada tensión cada vez más al servicio de ese puro espectáculo de efectos más videojuego que otra cosa.
¿Qué van a hacer en Hollywood cuando se les acaben los personajes de la Marvel? Oh, inciertos hados.
Bardamu: Sólo una observación: me sorprende que el éxtasis te deje más huella que el cine...
***
Querido escéptico: La industria, como todo, no nace, se hace. En España tenemos una política de proteccionismo no ya del cine, sino de determiandos directores, que resulta vergonzante. Una política injusta en la que sólo unos pocos pueden rodar películas, porque el Ministerio tiene que imponer su Nihil Obstat a las cintas made in Spain, y el que se mueve no sale en la foto. Unos pocos directores, por otra parte, que demuestran una espeluznante carencia de ideas. Mientras sigamos en esas, el cine español seguirá siendo una caricatura.
Besos.
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Mi preciadísimo R.: Con lo que le digo a Escéptico creo que te contesto a ti parcialmente. En cuanto a la cantera de presupuestos y actorcillos de Hollywood, pues qué quieres que te diga: lo que tú mismo afirmas. El cine norteamericano está herido de muerte. Es verdad que la industria es tan potente que al final generan cosas buenas y cosas malas, pero el "gran cine" americano se ha convertido en una catapulta de producciones hechas por ordenador y de historias sin el menor interés.
Mañana me voy a ver la de Elah. A ver qué pasa.
Un beso gordo.
Vaya, se ve que no se me dan bien los juegos de palabras. No era eso lo que pretendía decir, aunque es cierto que el xtc -entre otras muchas cosas- deja una huella imborrable. O borradora, mejor dicho. Pero no quiero iniciar ningún debate, que cada cual se gaste su dinero en lo que más le aproveche y carge estoicamente con las consecuencias.
En cuanto al cine, que es lo importante, hay muchas películas, cada vez más, que pasan sin pena ni gloria por mis retinas. Otras, sin embargo, me acompañan el resto de mis días. Estoy con Rukaegos: el presupuesto no es lo más importante. Y tampoco el precio de las entradas: se puede ver buen cine por 2 o 3 euros (filmotecas, cines de verano al aire libre -qué recuerdos...-)Sólo se necesita interés, o curiosidad, o gusto, o como lo querais llamar.
Un saludo
Gracias por la precisión, Bardamu. De acuerdo con lo que afirmas: es cierto que el buen cine es, con frecuencia, el más barato. Lo mismo ocurre a la hora de comprar dvd: las películas interesantes suelen tener precios más moderados que las grandes superproducciones. Por lo demás, el hecho de que el cine o los libros o la música sean caros me parece muy relativo. Todo depende del destino que quieras dar a tus dineros. Entre 6 euros por un cubata y 16 por un libro no me lo pienso: el libro. El problema estriba en que todo es caro; pero eso mejor que nos lo expliquen nuestros políticos...
Un abrazo.
Sospecho que los que profetizan la muerte del cine son los mismos que profetizan la muerte del libro, justificándolo con los nuevos soportes. Y espero que sigan equivocándose en ambas cosas.
Se puede ver una película en casa en DVD, pero todos sabemos que ni de lejos conseguimos las sensaciones que en una sala de cine, por muchas pantallas planas y home cinema que le queramos poner al asunto.
Y, por otro lado, el ir al cine tiene también algo de ritual social, ¿no? También nos podemos hacer y tomar un café cómodamente en la cafetera de casa y sin embargo seguimos saliendo a tomarlo por ahí.
Los únicos que consiguen echarnos de las salas de cine, efectivamente, son quienes se empeñan en ofrecernos películas infumables. Pero una buena película, siempre en el cine.
Supongo que con mis antecedentes no puedo hacer una defensa encendida del cine... pero sí de las películas. En este sentido, el cine no se extinguirá, pero mucho me temo que puede cambiar tanto que, al menos para los que estamos acostumbrados y nos gusta un determinado cine, sí se nos haga inaguantable.
Hace poco leí un artículo, creo que de Updike, en el que expresaba su temor hacia el futuro del libro, temiendo que las bibliotecas, en vez de libros enteros, fuesen a tener "trozos" de libros, igual que en youtube o en los programas de zapping no hay películas, series o programas, sino secuencias cortas de los mismos. No creo que la literatura llegue a eso, pero sí lo audiovisual; de hecho, en la actualidad hay ya muchas películas que, más bien, parecen videoclips de hora y media.
Sea como fuere... siempre nos quedará Billy Wilder.
A veces los fragmentos pueden contituir una guía hacia el todo, querido C.C.Buxter. Quién por un fragmento no ha comprado un libro o disco o visto una película.
No creo que las películas en cuanto tales estén "amenazadas" por la proliferación de medios como YouTube, sino más bien por otras causas como las que apunto en el texto.
Lo que sí es una lástima es la rendición progresiva de las salas de cine, que únicamente funcionan en lo referente a indigestas superproducciones: el cine "de autor", "independiente" o como quiera llamarse, el cine de calidad, en suma, va viéndose expulsado de su entorno natural, que es la sala oscura.
Un beso grande.
Pensaba yo que casi estaba sola en el mundo de los que aman el cine de verdad, ese que se hacía con buenos actores, buenos guiones y poco presupuesto. Parece que es obligado hablar bien del cine español simplemente porque es español y claro pobrecito no puede competir con las grandes producciones.
Pero afortunadamente está ese otro cine con actores creibles y muchas veces desconocidos, esos directores que cuentan historias con la cámara, sin necesidad de diálogos interminables saben crear esa atmósfera que nos transporta unas veces al cielo y otras al infierno; en fín eso que sabemos apreciar los que amamos el buen cine.
Bienvenida al club, querida amiga :-) Gracias por sus comentarios.
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