En su sutil a la par que hilarante tratado “Las leyes fundamentales de la estupidez humana” (incluido en su librito Allegro ma non troppo), el eminente profesor Carlo Maria Cipolla da cuenta de uno de los mecanismos más esenciales de la estulticia de los bípedos, en lo que él denomina como Ley de Oro: “Una persona estúpida es aquella que causa daño a una persona o grupo de personas sin obtener provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio”. Siempre he pensado que el opúsculo de Cipolla, que además incluye una ilustrativa parte práctica, debería ser materia obligatoria de estudio en las escuelas; así tal vez no se precisaría cursar polémicas asignaturas como Educación para la Ciudadanía y muchos celosos papás no se verían en la necesidad de ofenderse porque sea el Estado y no la Iglesia quien quiera inmiscuirse en la formación ética de sus hijos.
El caso es que me venía esta tercera ley fundamental de Cipolla a la memoria cuando leía hace un par de días que unos vándalos se han dedicado a saquear una necrópolis localizada en San Fernando, datada nada menos que en la Edad del Bronce, destrozando algunos de los restos que allí se custodiaban, sacados a la luz en una reciente excavación. Frente al simpático personaje literario del saqueador de tumbas que busca dientes de oro en las bocas de los muertos para comprarse un bocadillo, no cabe siquiera oponer la indignidad de esos estúpidos supinos que se han ocupado en despedazar los restos óseos descubiertos en las labores de investigación. En efecto, esos imbéciles lo son porque no sólo han causado un gran daño a la comunidad que desafortunadamente los acoge (que de este modo se ve privada de una parte importante de su Historia), sino que se han procurado un perjuicio a sí mismos, aunque por supuesto no lo saben: con su estúpida profanación han creado un vacío en la reconstrucción de la cadena evolutiva hacia sus antepasados, que en su caso particular se remonta mucho más allá de los homínidos y llega sin duda a la categoría de burdos cuadrúpedos sin conocimiento del lenguaje articulado.
Ahora sólo queda esperar que, una vez que el daño está ya hecho, quienes han de tomar cartas en el asunto no se pongan a tirarse las polveras y a acusarse como niños en el patio del colegio, en lugar de unir recursos, plantear soluciones y dar estopa a estos estúpidos para escarmiento de los abominables ejemplares de su raza.
El caso es que me venía esta tercera ley fundamental de Cipolla a la memoria cuando leía hace un par de días que unos vándalos se han dedicado a saquear una necrópolis localizada en San Fernando, datada nada menos que en la Edad del Bronce, destrozando algunos de los restos que allí se custodiaban, sacados a la luz en una reciente excavación. Frente al simpático personaje literario del saqueador de tumbas que busca dientes de oro en las bocas de los muertos para comprarse un bocadillo, no cabe siquiera oponer la indignidad de esos estúpidos supinos que se han ocupado en despedazar los restos óseos descubiertos en las labores de investigación. En efecto, esos imbéciles lo son porque no sólo han causado un gran daño a la comunidad que desafortunadamente los acoge (que de este modo se ve privada de una parte importante de su Historia), sino que se han procurado un perjuicio a sí mismos, aunque por supuesto no lo saben: con su estúpida profanación han creado un vacío en la reconstrucción de la cadena evolutiva hacia sus antepasados, que en su caso particular se remonta mucho más allá de los homínidos y llega sin duda a la categoría de burdos cuadrúpedos sin conocimiento del lenguaje articulado.
Ahora sólo queda esperar que, una vez que el daño está ya hecho, quienes han de tomar cartas en el asunto no se pongan a tirarse las polveras y a acusarse como niños en el patio del colegio, en lugar de unir recursos, plantear soluciones y dar estopa a estos estúpidos para escarmiento de los abominables ejemplares de su raza.
8 comentarios:
Anda que no pides tú nada, Ana... No sé si las administraciones son de distintos partidos pero, si es así -e incluso aunque no sea así no conviene descartarlo-, ya te anticipo que el espectáculo será que administración local, autonómica y estatal se culparán de la escasez de medidas de seguridad o algo parecido en vez de pensar en medidas preventivas para el futuro.
Tienes razón en que los expolios obviamente no se justifican pero se explican, pero el vandalismo puro y duro es una de las facetas más irracionales y estúpidas del ser humano. No estoy tan seguro que este tipo de gente no saque un provecho propio: seguramente sienten algún tipo de placer al destruir. Patológico.
En efecto, mi querido Carlos. El hecho de que las administraciones sean de distinto partido ya está empezando a generar polémica, de ahí mi apunte en el texto. Entre tanto, los estúpidos seguirán buscando yacimientos para pasar la tarde del sábado.
Por lo demás, yo no estoy segura de que el placer sea un beneficio. Tal vez sí, quién sabe. Pero tal vez se trataría de que el beneficio se convirtiera en perjuicio, por ejemplo con una multita de las de agárrate. En este país el personal sólo entiende el lenguaje que le toca el bolsillo.
Besos.
Estos días han pasado varias cosas (entre otras, la llegada de unos nuevos vecinos a un edificio de mi calle que ponen la música a toda pastilla sin importarles nada el molestar a los demás; obviamente, no escuchan a Bach o a Sinatra, sino a Camela), que me han llevado a preguntarme: ¿cómo pensará ese tipo de gente? Es decir, si pudiésemos meternos en el cerebro de los saqueadores, ¿qué sentiríamos al destrozar el yacimiento? No sé, la estupidez es algo misterioso, sobre todo porque no creo que el estúpido sepa que lo es.
Por cierto, hablando de asaltadores de tumbas, hace poco la policía catalana detuvo en una ciudad cercana a la mía a un trabajador del cementerio municipal que se dedicaba a abrir la tumba de los "patriarcas" gitanos y quitarles todo el oro que llevaba. Dudo que lo hiciese para comprarse un bocadillo...
Querido C.C.Buxter: Razón tienes en que lo de la estupidez es un misterio inescrutable. Y en que el estúpido no sabe que lo es. Por ello hay que desvelar el misterio y explicárselo de modo contundente a sus oficiantes. Ya verías qué pronto lo aprendían y querían dejar de serlo.
En cuanto a lo de los patriarcas gitanos... la preparación del entierro de uno de estos pájaros. Había metido en la fosa para su próxima muerte un arsenal de alcohol, una tele de plasma (te lo juro), además de un montón de ropa, horteras joyas de oro y no sé cuánta quincalla más. Pero quiero pensar que esto es una excepción. En general, lo más que le puedes quitar a uno de estos es unas cuantas fundas dentales de oro (que al parecer les encantan, según aparece el El País de hoy mismo, en la entrevista que le hacen a Rebecca, la niña gitana pintora). Y con eso, querido, te aseguro que da para poco más de un bocata.
Besitos.
Bueno, en el caso al que me refería, el sujeto en cuestión había robado un reloj que valía unos 3000 euros (con ese precio deja de ser reloj para convertirse en peluco). Pero es igual, porque me ha fascinado lo de ser enterrado con una televisión de plasma. ¿Morirme y perderme "El diario de Patricia"? ¡Eso nunca! Toda una metáfora de la sociedad actual...
Si es que al lado del morbo (nunca mejor dicho) que proporciona una tele de plasma, un reloj -o peluco- es una birria...
Beso.
Buena reflexión, Ana. "Allegro ma non troppo" es uno de los libros que más he regalado y/o recomendado a lo largo de mi vida (a pesar que quien me lo recomendó a mí, jajaja).
Y siempre he dicho exactamente lo mismo que tú: debería ser lectura obligatoria en colegios, institutos, universidad y congreso de los diputados (donde se asienta una igualitaria Constante K de Estúpidos, como en cualquier otro grupo humano).
He hablado de vándalos en mi Santander posible, con motivo de la muerte de Artesles. Y de otras sembradas muestras de estupidez procedente de esa especie, HOMO TONTOLCULUS, que magistralmente retrata Forges. Otro que debería ser lectura obligatoria cada día.
Si no fuera porque hace tiempo que estoy convencido de que hablamos idiomas diferentes. El Tontolculus en sus diversas manifestaciones farfulla una especie de español que entendemos más o menos todos, pero está intelectualmente incapacitado para entender el que hablamos los demás. ¿Has intentando alguna vez comunicarte con alguna de esas personas que de forma clara y contundente evidencian que a pesar de compartir lengua mater no entienden una sola palabra de las que dices?
Babel ataca de nuevo. Y no por exceso de idiomas, sino por defecto de neuronas.
Desgraciadamente, mi querido Rukaegos, el vandalismo y la estulticia suelen ser caras de la misma moneda. El vandalismo admite variantes múltiples, desde las estrictamente físicas hasta las más "sutiles" del destrozo de iniciativas o ideas de interés. Lo que apuntas sobre la comunicación unidirecional es, en efecto, un mal muy acusado en nuestros días. Yo no sé si por cerumen en los oídos de la meninge, pero lo cierto es que cada vez hay gente que escucha menos. Y cuanto menos escuchas más tonto eres, claro. En fin.
Besos muchos.
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