Cuestión de desmemoria, 21.12.07

Parece que hubiera transcurrido menos tiempo, pero lo cierto es que desde aquel 21 de diciembre de 2002 en que José –Pepe– Hierro se marchó, han pasado ya cinco años. En el recuerdo están aquellas palabras que se escribieron en la prensa con motivo de la triste ocasión, y la resma de amigos súbitamente aparecidos a la sombra del poeta que ya no tenía oportunidad de protestar por semejante indecoro, y también la precipitación en la formación de comisiones y recomisiones que, a la postre, poco hicieron. Pues, más allá del par de precarias lecturas y de la desastrosa exposición que promovieron unos pocos, arrogándose arbitrariamente el papel de legatarios intelectuales del poeta en esta tierra, nada de interés se hizo ni quedó en torno a la figura de Hierro. Con el paso del tiempo y su acción inexorable, los buenos propósitos –si es que alguna vez los hubo– naufragaron, y el resto de ruidosas manifestaciones han venido resultando cada vez más espaciadas, menos asiduas, menos grandilocuentes: menos presentes, en suma. De modo que los innúmeros amigos, estudiosos, conocedores y plañideros de Pepe Hierro han ido diluyéndose poco a poco… y no queda sino un erial desolador y desolado. Ya nadie rememora anécdotas y, por supuesto, nadie piensa en llevar a cabo ningún proyecto con visos de permanencia y, sobre todo, de respeto y auténtica enjundia académica o editorial. En este país nuestro en que la cultura es con mucho la más pobre de entre todas las hermanas pobres, ningún proyecto serio merece la menor consideración; es más rentable vivir al día del óbito con su correspondiente jarana inmediata que planificar actuaciones patrimoniales que en un futuro puedan devenir auténticamente interesantes, que es como decir no efímeras; y es que desde determinadas instituciones se sigue pensando que con cuatro panderetazos y aguardiente infinito se celebra mejor la memoria de un muerto ilustre que con un trabajo serio encomendado a profesionales solventes, trabajo que a la vez, puestos a soñar, bien pudiera haberse combinado con un programa responsable –no digamos inteligente– de promoción y difusión, siquiera a nivel local, de la figura en cuestión. Con lo que entre hipido e hipido, así nos va...
En resumen: cinco años después de la partida del que posiblemente ha sido nuestro poeta popularmente más reconocido, más leído y más “poeta” –no olvidemos esa estadística abrumadora del Cuaderno de Nueva York: un libro de poesía por vez primera en las listas de los libros más vendidos durante numerosas semanas–, las obras completas de José Hierro siguen durmiendo un sueño plácido en ese etéreo limbo que ni siquiera para el Vaticano existe ya; no contamos con un solo estudio, extenso e intenso, a la par que riguroso, de auténtica referencia, sobre la obra del poeta; y la Fundación José Hierro en Cantabria, entendida como activo centro de aglutinación cultural, poético-literaria, documental, académica y de investigación, es una entelequia. En tal sentido, la Fundación Gerardo Diego, afincada en nuestra ciudad en la que antaño fuera casa de Don Marcelino Menéndez Pelayo, supone el ejemplo más cercano de una institución que, animada por un espíritu que en principio pudiera y debiera ser bastante similar, se ha consagrado a conservar, difundir y ensalzar el legado del poeta que con fervor custodia. Si bien es cierto que en el caso de Hierro existe el llamado Centro para la Poesía que, ubicado en Getafe, lleva ya su nombre y es dirigido por su nieta –tras la muerte de Margarita Hierro–, no parece que Getafe y Santander deban ser iniciativas excluyentes si se perfila –tan difícil no parece– una adecuada distribución de funciones.
Lo escrito permanece, decían los latinos. Por fortuna, la obra de Pepe Hierro es permanente, indestructible. La única realidad indestructible, a pesar de la desmemoria que aqueja al tiempo y las personas.

6 comentarios:

rubén dijo...

Es que los poetas son muy decorativos. Decididamente, "vamos a menos."

Anónimo dijo...

Leí tu comentario en El Diario.
Tienes toda la razón: es lo que hay. Las prioridades infinitas son otras.
Un beso y FELIZ NAVIDAD

Rukaegos dijo...

Como siempre, de acuerdo con tus apreciaciones. Hierro fue un poeta complejo y por lo tanto, fuera de las populacherías infinitas que nos asedian. Tan complejo, que ni siquiera lo entendían muchos de quienes se pretenden guardianes de sus esencias y que lo reducen a Quinta del 42 y Tierra sin nosotros, los únicos libros a los que son capaces de aproximarse por su lenguaje llano y,aparentemente, sencillo.
Mientras se pudo manipular la imagen del gran poeta vivo, todos querían hacerse la foto, hasta el punto de que se incumplió parcialmente su voluntad de ser incinerado y echado a su bahía para poner tenerlo en las lápidas de ilustres. Pero hablar hoy de Hierro sería haberlo leído y más.

Habría que añadir otros factores como el que frente a unos Diego que han jugado en equipo, con inteligencia y, hay que reconocerlo, con el tesón y la dureza de Pureza Canelo para sacar adelante la Fundación, creo que no ha ocurrido lo mismo con la familia de Hierro.

En fin ... que al final iba a tener Pepe razón con eso de "Después de todo, todo ha sido nada".

Anónimo dijo...

Querido Rubén: Decorativos... algunos. Muchos ni siquiera :-) Pero es cierto que en la poesía hay mucho baile de máscaras, y cuando éstas caen... uff, qué miedo. Beso.

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Mi querido Escéptico: Las prioridades infinitas, qué tortura. Un beso gordo y predilecto.

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Mi R. favorito: Señalas con certeza el contraste entre La Fundación Diego y la utópica de Hierro; Pureza Canelo ha sabido defender muy bien su terreno, y sólo hay que ver como van una y otra. La figura de Pepe no se va a perder, porque es demasiado grande, pero creo que se ha desperdiciado una posibilidad de oro de hacer algo grande con él como enseña. Desgraciadamente, sus herederos no parecen estar a la altura en lo que a defender su legado se refiere, y por otra parte nuestras autoridades son incapaces de ver el potencial que supone una iniciativa como esa. Otra más de las muchas tristezas de esta tierra.
Un beso grande, querido mío.

Rukaegos dijo...

Escéptico sabe que algunas personas defendimos la necesidad de un Centro de Poesía Contemporánea en Santander. Precisamente para coordinar a la Gerardo Diego con la posible José Hierro y servir de acogida también al legado de Leopoldo Rodríguez Alcalde y toda la actividad, a veces buena, que bulle por nuestras letras.
Pero ¿cómo se lo explicas todo eso a ciertas mentes?
Yo casi que paso.

Anónimo dijo...

Pereza sí que da... Al final los dineros siempre se van en lo mismo, en la traca momentánea de las estúpidas infiniteces (pensar lo que ha costado todo ese montaje y se ponen los pelos como escarpias) y similares. Por no saber, no se sabe ni copiar de otros sitios, donde les da para estas cosas pero también para actividades con más seso... Sólo hay que echar un vistazo a Bilbao, a Gijón o a La Rioja (San Millán de la Cogolla), por citar los más cercanos. Pero en fin.