Petardos, 06.01.08

Los sufrimos el 24 y el 25, el 31 y el 1, y en las últimas horas han vuelto a acometernos las inefables hordas devotas del petardeo nocturno y estulto. Cualquier festiva excusa es buena: las fiestas en nuestro país no son fiestas si no hay sangre, borracheras o decibelios –y preferiblemente la santísima trinidad en su conjunto–. Semejante mal se padece desde tiempo inmemorial, y por ello las consecuencias son harto conocidas: ruido insufrible, destrozos varios en el mobiliario urbano, saturación en los servicios de urgencias por accidentes y quemaduras, niños y jóvenes con dedos de las manos amputados y, lo peor de todo, más de una víctima ajena a tales actividades que, no obstante, como la inocente muchacha jerezana de que hemos tenido noticia en estos días, comienza el 2008 sin un ojo y con la cara irremisiblemente destrozada.
El Padre Gobierno se afana a diario en velar por nuestro bienestar con muchas palabras y pocos hechos. Las cajetillas de tabaco rezan “fumar puede matar” y la Dirección General de Tráfico agita el dedo admonitoriamente diciendo que “las imprudencias se pagan”. Demasiada literatura para tantos brazos cruzados. Res non verba, aseveraban los latinos, pero como en España de latín ni idea, todos tan contentos al amparo de una ignorancia interesada. La ley antitabaco es el pito del sereno en la mayoría de establecimientos de hostelería y al guardia de turno le es más cómodo multar al señor que circula a 70 en carretera comarcal que al que lo hace a 200 en autopista. En cuanto a los petardos –me refiero a los que estallan, por no hacer juegos de palabras demasiado obvios–, a pesar de conocer sobradamente las desgracias que acarrean, nadie mueve un dedo para prohibirlos, y prohibirlos de forma efectiva, no tan sólo en un papel. En este país no se puede tener una pistola sin licencia, pero se consiente la venta de peligroso material pirotécnico, en la mayor parte de los casos a menores de edad; tampoco olvidemos la caterva de padres descerebrados que facilitan ellos mismos semejante material a los chicos, ni la siniestra figura del vendedor sin escrúpulos.
En mi carta de este año a los Magos de Occidente he pedido silencio. Sólo faltaría que los Reyes llegaran también tirando cohetes…

9 comentarios:

C.C.Buxter dijo...

Nunca he entendido el gusto por los petardos; ni la afición por su ruido, ni la curiosidad de ver cómo estallan, ya sean ellos o los objetos a los que se incorporan (desde ladrillos a latas de Coca-Cola). Yo, además, los tengo que sufrir la noche de San Juan (y los días anteriores y posteriores, claro), y lo más alucinante es la naturalidad con la que, quien tiene un petardo, se adueña del rincón de la calle en el que está y ¡ay del que pase!: si le pasa algo, obviamente la culpa será suya, por estar donde no debía...

Anónimo dijo...

Para entender los de los cohetes, fuegos artificiales, tracas, petardos y demás artilugios ruidosos hay que ser valenciano.
Hoy Ana permíteme la frivolidad.
Tengo un amigo entrañable que es valenciano, un tipo muy serio, al que terminé llamando "el cohetero" porque nada le entusiasmaba más que un buena traca ruidosa y bullanguera. Discutí con el en más de una ocasión, pero desistí. Ello no quebró nuestra amistad, pero no he llegado a entender bien ese culto al ruido del petardo.

Antonio Torralba dijo...

Éste es otro frente en el que hay que combatir. Os recomiendo la página www.ruidos.org

rubén dijo...

Como bien sabes, los Magos de Oriente eran adoradores del fuego. No es extraño, entonces, que llegen en medio de la mayor de las petardadas ibéricas. ¡Qué cruz!

Filisteum dijo...

Es que en España lo que está muy devaluado es el concepto de Ley.

Y no es de extrañar sabiendo la calidad de los que las promulgan y deberían ser sus garantes.

No es para menos, vaya.

Anónimo dijo...

No es ya que, aunque la ley no lo permite, se puedan poner petardos donde se quiera y cuando se quiera sin que a nadie le parezca anormal. No sólo es el ruido, que ya es bastante. Va más allá.

No os podéis hacer una idea de hasta dónde puede llegar esta impunidad. He vivido un reciente asunto profesional que me tiene absolutamente quemado, porque todos los días, cuando me topo con la desidia del aparato administrativo y judicial, viene a mi cabeza el dolor de los padres afectados.

A la salida de una boda en un pueblo algunos de los invitados hacen estallar una potentísima traca. Un gran petardo queda sin explotar, abandonado en la calle. Un chaval menor de edad lo coge, se lo lleva y cuando intenta encenderlo, le explota. Pierde la mano derecha y queda con secuelas físicas y psíquicas. Los padres lo denuncian. El juez lo archiva porque no ve indicio de delito ni falta. Ni siquiera toma declaración a los invitados a la boda, para ver de dónde han traido esos petardos, si contaban con las preceptivas autorizaciones para transporte y para colocarlos en la vía pública, qué tipo de explosivo es capaz de amputar una mano, por qué ni siquiera se comprobó que no quedase ninguno al alcance de cualquier niño...

Obviamente, la decisión del juez está recurrida. Pero llama la tención que alguien pueda llegar a la conclusión de que abandonar un artefacto explosivo que tiene esa potencia en medio de la vía pública no sea una imprudencia punible penalmente.

Anónimo dijo...

Qué razón tienes en todo cuanto dices, querido Carlos. Desgraciadamente, la Administración Pública parece mirar hacia un ladfo en todas aquellas cuestiones de "orden público" que sabido es que molestan, pero a las que inexplicablemente no se pone coto, ve a saber por qué. Pasa con los petardos, con los decibelios desaforados de ciertos locales, con la ley del tabaco (que en los restaurantes se la pasan por las corvas con total impunidad)... en fin, con tantas cosas que nos harían la vida y la convivencia más satisfactoria. Así que una empieza a pensar que lo que realmente quiere la Administración es que estemos mal, pero muy mal. Triste conclusión...
Un abrazo, amigo.

西班牙加菲貓的媽 dijo...

Al pueblo pan y circo.

Si no, cómo que ni haya gente manifestando por la perdida de poder adquisitivo, el paro, los contratos temporales .....?????

Anónimo dijo...

Cierto, en efecto.
Los designios de las masas son siempre inescrutables.