Corren malos tiempos para el cine. Y no me refiero en esta ocasión tanto a la calidad de los productos que se exhiben en las salas como a las jornadas que negras parecen agolparse últimamente, dado que en pocos meses hemos perdido a algunos de los cineastas más relevantes del contexto europeo. En mitad de semejante panorama, a nadie debería escapársele que la marcha de Rafael Azcona supone un duro golpe para el de por sí exangüe pedigrí del cine español. De nuestra memoria de cinéfilos y de españoles entre el amor y el odio es imposible borrar la huella dejada por aquellas cintas en que Berlanga retrataba con ternura e ironía demoledoras la crudeza de una balbuciente sociedad que a duras penas emergía de una nefasta guerra civil, debatiéndose entre la pobreza, la inocencia, la violencia y la incomunicación. Siguiendo la estela de ese impagable milagro que se llamó Bienvenido Mr. Marshall, concebido a comienzos de los férreos años 50, Luis García Berlanga dio a la luz otras dos obras, tan maestras o más que la anterior: Plácido y El Verdugo. Lo que no suele recordarse tan habitualmente es que estas dos películas no serían lo que son sin los dos guiones impecables que firmó Rafael Azcona, quien previamente había demostrado su magnífico hacer en, posiblemente, dos de los trabajos más notables de Marco Ferreri: El Pisito y El Cochecito –la descarnadamente brutal La Gran Comilona estaba aún por llegar–.
No parece exagerado afirmar que una porción importante de la dignidad del celuloide español reposa en la labor callada, genial y generosa de Azcona. En este cine patrio nuestro en que hemos atravesado sin solución de continuidad tenebrosidades de milagros infantiles, cortejos trasnochados de gitanas y payos, estomagantes pasteles de actrices-cantantes, lujurias anorgásmicas de machos reprimidos, destapes vergonzantes y zafias fornicaciones sin tasa… los guiones de Azcona han logrado sobrevivir en ese proceloso piélago de inmundicias varias y ofrecer el mínimo –o más bien el máximo– de calidad sin importar la época ni las circunstancias. Para que luego algunos nos cuenten eso de que en ciertos años sólo podían rodarse ciertas cosas. Ja. No es de extrañar que el propio Azcona, en entrevista que le hiciera Luis Alegre hace poco más de un año, declarara que la posguerra española llegó hasta los tiempos de Tejero; yo me atrevería a decir que, en muchos aspectos –el cine entre ellos-, hasta mucho más cerca.
Surreales, jocosos, agridulces, siempre lúcidos, los guiones de Azcona desgranaron como pocos una manera “española” de ser que, para bien o para mal, se está desmadejando. Esa idiosincrasia que poco a poco, pero perceptiblemente, se extingue fue tal vez la única y débil señal que Rafael necesitó para entender que su misión en este particular “bosque animado” estaba ya más que cumplida.
No parece exagerado afirmar que una porción importante de la dignidad del celuloide español reposa en la labor callada, genial y generosa de Azcona. En este cine patrio nuestro en que hemos atravesado sin solución de continuidad tenebrosidades de milagros infantiles, cortejos trasnochados de gitanas y payos, estomagantes pasteles de actrices-cantantes, lujurias anorgásmicas de machos reprimidos, destapes vergonzantes y zafias fornicaciones sin tasa… los guiones de Azcona han logrado sobrevivir en ese proceloso piélago de inmundicias varias y ofrecer el mínimo –o más bien el máximo– de calidad sin importar la época ni las circunstancias. Para que luego algunos nos cuenten eso de que en ciertos años sólo podían rodarse ciertas cosas. Ja. No es de extrañar que el propio Azcona, en entrevista que le hiciera Luis Alegre hace poco más de un año, declarara que la posguerra española llegó hasta los tiempos de Tejero; yo me atrevería a decir que, en muchos aspectos –el cine entre ellos-, hasta mucho más cerca.
Surreales, jocosos, agridulces, siempre lúcidos, los guiones de Azcona desgranaron como pocos una manera “española” de ser que, para bien o para mal, se está desmadejando. Esa idiosincrasia que poco a poco, pero perceptiblemente, se extingue fue tal vez la única y débil señal que Rafael necesitó para entender que su misión en este particular “bosque animado” estaba ya más que cumplida.
8 comentarios:
Querida Ana, a veces para bien y otras para mal, el arte es un espejo del mundo en que vivimos y lo que nos degrada del arte no ha degradado en la vida. Malos tiempos que traerán mejores y viceversa
Sí, aquella cinta oscilante de los tiempos de que habló Panofski: crestas y vaguadas, incesantemente...
Besos.
¿No crees, más allá del cine claramente zafio que nombras, y que casi todo el mundo advierte como tal, que Almodóvar es el culmen de la papanatez cinematográfica de este país, y que sus películas degradan un arte que Berlanga, Buñuel, Azcona, Erice, Escamilla y otros muchos genios, incluso Armiñán y Cuerda, hicieron grande? Me pica muchísimo la consideración general que se le tiene a este hombre, que en mi opinión sólo engendra retorcidos y técnicamente habilidosos remakes de las inolvidables películas de Esteso y Pajares.
Bueno, aprovecho el desahogo cinematográfico para enviarle un beso muy particular.
Querido Sir: Qué alegria reencontrarle por esta casa.
Firmo y suscribo palabra por palabra su diatriba contra el pésimo director manchego. Al menos "Los Bingueros" era cine malo pero honrado (o sea, que no engañaba a nadie). Almodóvar es uno de los "cineastas" españoles más abominables, tanto más cuanto más sale al extranjero y se le sube a la mollera el espejismo de que está haciendo algo importante. Personalmente, yo sólo le salvo "Qué he hecho yo para merecer esto". Pero, ¿quién se atreve a decir que el emperador va desnudo?
Un beso.
Querida Ana, creo que ya somos dos los que pensamos que este hombre hubiese hecho mejor en haberse quedado en aquellos comienzos pseudomusicales de la Movida. Ahora lo mismo nos representaría en situaciones menos deshonrosas para nosotros, como por ejemplo en Eurovisión. Dos entre cuarenta millones de españoles... ¡una verdadera minoría!
Besos aliviados.
Al menos tú cuentas con la suerte de que no tienes foto en tu blog, pero a mí un día de estos me apedrean en cualquier esquina... Todos contra una ;)
Beso especial para ti.
"No parece exagerado afirmar que una porción importante de la dignidad del celuloide español reposa en la labor callada, genial y generosa de Azcona". Exacto, Ana. Esta idea es la que, muchísimo peor expresada, recogí yo en la pequeña entrada que también le dediqué en mi blog:
http://carlosjaviergalan.blogspot.com/2008/04/rafael-azcona.html
Lo de Almódovar me sorprende leerlo, porque el discurso dominante es invasivo. De hecho es la primera vez que veo juicios similares. Yo, como humilde espectador, pensaba, más subjetivamente, que el problema era mío, que yo no había sabido "pillarle el punto". Sus primeras películas no me gustaban prácticamente nada. Cuando entra en el tono de disparate -fulanita de tal es una monja que tiene un león en el convento y se enrolla con un...- no me suele hacer mucha gracia, no me resulta particularmente ingenioso ni divertido. Pero cuando me pierdo es cuando, de repente, en la misma película le da por un tono de melodrama y los personajes empiezan a tener sentimientos supuestamente profundos y a hablar pretendidamente en serio (Todo sobre mi madre, Hable con ella, Volver...); ahí me pierdo. Cuando estrenó "Mujeres...", me pareció que era su mejor película (tendría que revisarla, hace mucho que no la veo y no sé qué percepción tendría hoy), porque es una comedia más "clásica" y sí tiene partes ingeniosas. Me gustó y hasta escribí un articulillo elogioso en una revistilla cultural. Con "Átame" vaya, vaya, me mantuve a la expectativa. Pero a partir de ahí me volví a perder por completo. Lo que pasa es que yo veo con mis propios ojos al emperador desnudo, la gente dice que lleva un bonito ropaje -y eso no me extraña porque estoy acostumbrado- pero resulta que le dan un óscar y ahí es dónde me cuestiono si no soy yo el que no ha entendido este cine.
Qué quieres, Carlos. En el cine, como en las demás cosas de la vida, hay tantas cosas que no se entienden y que aparentemente entienden los demás... Como los recientes nombramientos ministeriales, verbigracia. Conozco personal y estrechamente a una de las nuevas interfectas y... la verdad, te aseguro que como decía el ínclito Calviño, "se nos pueden abrir las carnes". Y no sigo hablando, que es peor...
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