
No es la primera vez que Pérez Villalta visita Santander: ya en 1999 realizó una importante exposición en la Fundación Botín, y posteriormente impartió un taller en el palacete de Villa Iris, una de las sedes de la Fundación santanderina. En la Galería Siboney se ha decantado Villalta por un soporte diferente y recoleto, que entra un tanto en liza con los grandes óleos de marcado carácter narrativo y mitológico a que nos tiene acostumbrados: la acuarela es por fuerza más íntima, más silenciosa, más próxima al espectador, y el artista lo ha subrayado precisamente con ese motivo alegórico a que alude en su título; islas que no son sino fabulaciones arquitectónicas del intelecto y del sentimiento que acogen estados de ánimo distintos, oscilantes entre la melancolía, el juego, el naufragio, la escapada. Es preciso echarse al mar y dejarse arrastrar entre los despuntes de semejante archipiélago, que se alimentan de juegos de perspectivas y fugas, ficciones estructurales, ensoñaciones orientales, fantásticos delirios románticos, evocaciones arquitectónicas que van desde lo clásico a lo más contemporáneo.
Liviano barroquismo, lúdica reflexión, densa transparencia, son algunos de los oxímoros a los que Pérez Villalta se entrega en su nueva aventura, provisto de cromatismos delicados, mares traslúcidos, aéreas construcciones que recuerdan vagamente aquel frágil universo cuyo equilibrio supo apresar Calder. Y todo impregnado de esa leve poesía de antiguo manuscrito descubierto, falsificado incluso, como aquellas entelequias que alumbraban soñadores arqueólogos frustrados en el siglo XIX. Islas de papel. O no tan sólo.
3 comentarios:
Me encanta la obra de Pérez Villalta: modesta, sugerente, bella. Esos tres adjetivos cuadran a una obrilla que dejó por aquí (Córdoba) hace poco: la puerta de acceso interior a la recientemente restaurada Puerta del Puente.
Siempre es sorprendente ver una exposición de Guillermo Pérez Villalta y su enorme capacidad de sugerir y sorprender, producto de su propia indagación, de su proceso creativo.
Te vi el sábado en el Palacio de Festivales en uno de los descansos, pero cuando quise acercarme a saludarte ya no estabas donde te había visto.
Querido escéptico: Yo también te vi, pero ya dentro de la sala, y estabas en el extremo opuesto, en los pares. Te hice una señal, pero no me viste. Un abrazo.
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