Tiene casi 74 años, es vegetariana, se dedica a la pintura abstracta y habita una envidiable residencia en Palm Springs, California. Vivir en California hay que ganárselo; no en vano es la tierra de las mejores nueces de Borges del mundo, el mítico lugar que ha inspirado canciones también míticas como “Hotel California” de los Eagles, “California Girls” de los Beach Boys, o “California Dreamin’” de The Mamas and the Papas. Pero a sus casi 74 años, y tras su breve pero intensa trayectoria, puede permitírselo todo. Y ahora, además, le van a dar un premio en reconocimiento a sus méritos artísticos –que mayormente, a qué negarlo, han consistido en su pertinaz rendez-vous con uno de los hombres más deseados a la par que desgañitados del celuloide.
Flipy (sic) ha sido la ilustre personalidad elegida para encabezar la delegación del Festival Internacional de Cine de Comedia de Peñíscola que, trasladada a California para su importantísima misión, hará entrega a la artista del merecido galardón. Todos los miembros de la imprescindible comitiva tienen ya billete de avión –no sabemos si en turista o en business– para desplazarse hasta la residencia estadounidense de la agraciada, que cumple precisamente los 74 en este 9 de abril. Una manera como otra cualquiera de agenciarse un viaje a California –a saber con cargo a quién, mejor ni pensarlo. Pero no. No es eso. Ellos, naturalmente, quieren estar presentes en el histórico momento. Seguro que hay tarta y velas y payasos –se me ocurre que más de uno podría ser español, y a lo peor hasta alguno de Peñíscola. Y el premio, por supuesto, que no se ha especificado si será en metálico o en especie.
La mona Chita –que en realidad es mono– protagonizó una docena de películas entre los años 30 y 40. En la actualidad, parece que es el mono más longevo del mundo, y el que más hilaridad ha causado entre los espectadores de cualquier lugar del mundo. De ahí la ingeniosa expedición hispánica. Ya lo decía Gobineau: “No venimos del mono, vamos hacia él”. Pues claro. A California si es preciso. Esperemos que la expedición de marras “no olvide ponerse flores en el pelo”.
Ya puestos a hacer el ganso –o mejor, el mono– algunos podrían fijarse en que la residencia donde habita nuestra amiga constituye todo un ejemplo de organización que bien pudieran seguir nuestros poderes públicos a la hora de construir establecimientos para jubilados de toda índole. Según la página web del invento (www.cheetathechimp.org), la residencia californiana de Chita surgió para proporcionar techo, cuidado y rehabilitación a primates sin hogar o rechazados que se hubieran dedicado, en un momento de su vida, al show-business. La mayoría de los actuales residentes están ya retirados, pero otros siguen en activo, y en todos ellos se fomenta la realización de actividades artísticas. Fijémonos en Chita que, convertido/a en el Jackson Pollock de los primates –mejor, Jackson Monock–, vende cada uno de sus cuadros por el módico precio de ¡¡125 dólares!! (así se paga sus gastos, sus vicios y sus verduras). Qué cosas.
Es loable que nuestros cómicos, a falta de otros temas más interesantes sobre los que reflexionar en este momento en nuestro país, se dediquen a rescatar de aquesta manera la memoria histórico-cinematográfica de los españolitos de la posguerra. La única pena es que, entre tanto, nadie se acuerde de las gallinas de Paco Martínez Soria, que además son españolas, y seguro que hasta homeless. Digo yo.
Flipy (sic) ha sido la ilustre personalidad elegida para encabezar la delegación del Festival Internacional de Cine de Comedia de Peñíscola que, trasladada a California para su importantísima misión, hará entrega a la artista del merecido galardón. Todos los miembros de la imprescindible comitiva tienen ya billete de avión –no sabemos si en turista o en business– para desplazarse hasta la residencia estadounidense de la agraciada, que cumple precisamente los 74 en este 9 de abril. Una manera como otra cualquiera de agenciarse un viaje a California –a saber con cargo a quién, mejor ni pensarlo. Pero no. No es eso. Ellos, naturalmente, quieren estar presentes en el histórico momento. Seguro que hay tarta y velas y payasos –se me ocurre que más de uno podría ser español, y a lo peor hasta alguno de Peñíscola. Y el premio, por supuesto, que no se ha especificado si será en metálico o en especie.
La mona Chita –que en realidad es mono– protagonizó una docena de películas entre los años 30 y 40. En la actualidad, parece que es el mono más longevo del mundo, y el que más hilaridad ha causado entre los espectadores de cualquier lugar del mundo. De ahí la ingeniosa expedición hispánica. Ya lo decía Gobineau: “No venimos del mono, vamos hacia él”. Pues claro. A California si es preciso. Esperemos que la expedición de marras “no olvide ponerse flores en el pelo”.
Ya puestos a hacer el ganso –o mejor, el mono– algunos podrían fijarse en que la residencia donde habita nuestra amiga constituye todo un ejemplo de organización que bien pudieran seguir nuestros poderes públicos a la hora de construir establecimientos para jubilados de toda índole. Según la página web del invento (www.cheetathechimp.org), la residencia californiana de Chita surgió para proporcionar techo, cuidado y rehabilitación a primates sin hogar o rechazados que se hubieran dedicado, en un momento de su vida, al show-business. La mayoría de los actuales residentes están ya retirados, pero otros siguen en activo, y en todos ellos se fomenta la realización de actividades artísticas. Fijémonos en Chita que, convertido/a en el Jackson Pollock de los primates –mejor, Jackson Monock–, vende cada uno de sus cuadros por el módico precio de ¡¡125 dólares!! (así se paga sus gastos, sus vicios y sus verduras). Qué cosas.
Es loable que nuestros cómicos, a falta de otros temas más interesantes sobre los que reflexionar en este momento en nuestro país, se dediquen a rescatar de aquesta manera la memoria histórico-cinematográfica de los españolitos de la posguerra. La única pena es que, entre tanto, nadie se acuerde de las gallinas de Paco Martínez Soria, que además son españolas, y seguro que hasta homeless. Digo yo.
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