Pues sí. Recordarán ustedes aquella cancioncilla que allá por los 70 hacía estragos en la voz de John Paul Young, y que fue recuperada hace pocos años por no sé muy bien quién; probablemente fuera el mismo John Paul Young, pero menos young, claro. El aire de la primavera, en especial, parece a alguno que conozco el más propicio tiempo para las querencias del amor, aunque la iniciativa termine en calabazas… De lo que no cabe duda alguna es de que en estos días el amor se respira a raudales: no hay más que hojear nuestros periódicos para darse cuenta de ello. Buena prueba nos la aporta el diputado socialista Francisco Garrido quien, seguramente enamorado de los monos, lleva en estos días al Congreso una proposición no de ley –sólo faltaba- para instar al Gobierno a que conceda a estos animales el reconocimiento de sus “derechos humanos” (“humanos”, sic). Según expone Garrido tiernamente, la propuesta viene justificada por “la cercanía evolutiva y la vecindad genética que mantenemos con nuestros parientes, los grandes simios”. No es broma, lo juro por el perro –Sócrates dixit. De momento, Delia Padrón, presidenta en España de Amnistía Internacional, ha apuntado con acierto que antes debiera comenzarse por reconocer los derechos humanos de los humanos per se. A la vista del conflicto, me atrevo a sugerir que tal vez a algunos humanos les gustaría que se les tratara, al menos, como a simios, con lo que podríamos propiciar un intercambio de roles. Más de un humano –y una humana, por hablar con propiedad política– quedaría satisfecho con la permuta; que se lo pregunten, verbigracia, a los masacrados presos de Guantánamo, que no han vivido precisamente como Chita en su mansión de California. De España mejor no hablar; que cada uno piense para sí.
Entre tanto, Rosa Regàs, directora de la Biblioteca Nacional, también parece estar enamorada, en este caso de los tiempos republicanos. Probablemente aquejada de “dolor del regreso” –que es lo que implica, como es sabido, el término ‘nostalgia’– Regàs ha brindado públicamente en el Día del Libro por la Segunda República española –brindis, quién lo duda, de lo más apropiado para la ocasión. Carmen Calvo ha intentado echarle un capote aun desde Cantabria, pero ni por esas. Regàs se ha ratificado obstinadamente en sus amores, lo que no deja de resultar extraño ocupando como ocupa un cargo público en el seno de una Monarquía y en el contexto de una Constitución que, guste más o menos, es tal cual es y a ella nos debemos todos. Regàs ha aclarado, en todo caso, que brindaba por la Segunda República y no por la Tercera, lo que, según se lea, no sabemos muy bien si es mejor o peor… Y es que a Regàs, cuando intenta explicarse, le pasa aquello que decía Mae West de que cuando era buena era mala y cuando era mala era peor. Así le ocurrió también después de anunciar su intención de mandar la estatua de Marcelino Menéndez Pelayo al cuarto de las ratas, apostillando que no lo hacía por antipatía, pues valoraba que hubiera escrito su Historia de los heterodoxos españoles –demostrando con ello que no ha visto ni siquiera las tapas de la obra. No la toquen ya más, que así es la cosa.
Y entre amores animales y amores políticos, pues una de amores al desnudo. El fotógrafo estadounidense Spencer Tunick ha repetido la hazaña de fotografiar en España a 1.200 personas desnudas, en concreto en la playa de La Zurriola y entre los cubos del Kursaal de Moneo (en 2003 logró desvestir a casi 7.000 voluntarios en Montjuich). Parece que entre las tomas más floridas se encuentran algunas de parejas en posturas eróticas entre las rocas –qué dolor. El amor también está en Donostia. Falta hace.
Así las cosas, no hay que sorprenderse de que 3.364 cibernautas hayan elegido finalmente ‘amor’ entre 7.130 palabras como la más hermosa del castellano, después del “maratón” de opinión convocado por la Escuela de Escritores de Madrid para celebrar el Día del Libro. Oh, amor, amour, amore, Liebe, love… no podríamos vivir sin ti.
Entre tanto, Rosa Regàs, directora de la Biblioteca Nacional, también parece estar enamorada, en este caso de los tiempos republicanos. Probablemente aquejada de “dolor del regreso” –que es lo que implica, como es sabido, el término ‘nostalgia’– Regàs ha brindado públicamente en el Día del Libro por la Segunda República española –brindis, quién lo duda, de lo más apropiado para la ocasión. Carmen Calvo ha intentado echarle un capote aun desde Cantabria, pero ni por esas. Regàs se ha ratificado obstinadamente en sus amores, lo que no deja de resultar extraño ocupando como ocupa un cargo público en el seno de una Monarquía y en el contexto de una Constitución que, guste más o menos, es tal cual es y a ella nos debemos todos. Regàs ha aclarado, en todo caso, que brindaba por la Segunda República y no por la Tercera, lo que, según se lea, no sabemos muy bien si es mejor o peor… Y es que a Regàs, cuando intenta explicarse, le pasa aquello que decía Mae West de que cuando era buena era mala y cuando era mala era peor. Así le ocurrió también después de anunciar su intención de mandar la estatua de Marcelino Menéndez Pelayo al cuarto de las ratas, apostillando que no lo hacía por antipatía, pues valoraba que hubiera escrito su Historia de los heterodoxos españoles –demostrando con ello que no ha visto ni siquiera las tapas de la obra. No la toquen ya más, que así es la cosa.
Y entre amores animales y amores políticos, pues una de amores al desnudo. El fotógrafo estadounidense Spencer Tunick ha repetido la hazaña de fotografiar en España a 1.200 personas desnudas, en concreto en la playa de La Zurriola y entre los cubos del Kursaal de Moneo (en 2003 logró desvestir a casi 7.000 voluntarios en Montjuich). Parece que entre las tomas más floridas se encuentran algunas de parejas en posturas eróticas entre las rocas –qué dolor. El amor también está en Donostia. Falta hace.
Así las cosas, no hay que sorprenderse de que 3.364 cibernautas hayan elegido finalmente ‘amor’ entre 7.130 palabras como la más hermosa del castellano, después del “maratón” de opinión convocado por la Escuela de Escritores de Madrid para celebrar el Día del Libro. Oh, amor, amour, amore, Liebe, love… no podríamos vivir sin ti.
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